2 de abril de 2016

Tren, Baldomero Fernández Moreno,

Tren

Desde la ventanilla que zumba como un ala,
a derecha y a izquierda, la mirada se pierde
sobre un monte retuerto de caldén y de tala.
Una mancha de arena, otra mancha de verde,
y cada tantas leguas, el monótono andén
de una estación igual que la estación pasada.
Un nombre primitivo suena bastante bien:
Hucal, Guatraché, Realicó, Quetrequén...

Y un enorme gendarme con la cara tostada.

Baldomero Fernández Moreno

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