Toco el cielo con los dedos
Mujercita de pelo de lata que tirabas de mi vida
desarrollando todos los pensamientos, todos los penosos días nupciales que
habla en mi cabeza, sentándote sobre la soñadora obsesión de mi vida sin más
miramiento que darme tu propia cabeza totalmente desnuda, sin cuartel en ese
acto sobrenatural, en el tiempo en que tirar de mi vida era una ocupación útil
si uno dejaba una mano libre para apartar a los salvajes, aquí está tu polo, la
corriente que partió en dos tu pelo, el ángel mediador lleno de algas algo
húmedas y tus pies sexuales caminan cada vez más sobre una noche en que éramos
jóvenes y no podía recordar. Hay que nombrar la soga en casa del ahorcado, las
casas donde hemos estado solos o juntos, deletreamos idiomas desconocidos,
escuchábamos las confesiones de los asesinos, casas de amigos de siempre,
llenas de arrepentimientos y pequeñas traiciones, sospechosas, cerradas en sus
pantanos secretos, sus puertas entreabiertas hacia agonías y peligros que no nos
contenían y sin embargo olvidarnos lo que era necesario olvidar, desolados, es
verdad, pero aún en medio de esos indígenas de lenguas extrañas que mueren a
nuestro alrededor y aunque vivan mil años y mil vidas jamás harán fortuna ni
tocarán el cielo con los dedos.
La vida de otros países, mujercita que añoras esas vidas
inmaculadas, mi vida es pura desazón y desencuentro y aunque haga esfuerzos
terribles por quedarme en este mundo empiezo a hablar una lengua extrañísima,
siento ya el cascabel del gato entre mis dientes y quién comprende ya estos
sonidos que no son más que el negativo de una noche única con una mujer única
que creo haber vivido, señora, creo haberla vivido hace mucho tiempo cuando los
salvajes comían en mi mano y yo era un tahúr y nada podía esperarse de mí sino
una música familiar porque aún no había vivido una vida que fuese mía así como
era mío tu pelo y no podía entonces recordar esa noche?
Y estoy seguro de haberla vivido, estoy seguro: éramos
jóvenes y el mundo era demasiado ruidoso como para que pudiéramos mirarnos sin
sobresaltarnos, de modo que decidimos que nuestra noche sería única y para
siempre e inventamos una lengua diametralmente viva, y así nos decíamos cosas
que ya he olvidado afortunadamente porque una sola palabra podría destruir el
mundo siendo como es el mundo hecho con retazos de lana; de modo que en nuestro
mundo no había gastos menores. Precisamente ahora tiro de mi vida y nadie me
salva y ni siquiera se trata de tocar el cielo con los dedos. No sé si todos
advierten tu belleza, tu cabeza, tu pelo que no morirá jamás.
Gianni Siccardi
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