26 de abril de 2016

Toco el cielo con los dedos, Gianni Siccardi

 Toco el cielo con los dedos

Mujercita de pelo de lata que tirabas de mi vida desarrollando todos los pensamientos, todos los penosos días nupciales que habla en mi cabeza, sentándote sobre la soñadora obsesión de mi vida sin más miramiento que darme tu propia cabeza totalmente desnuda, sin cuartel en ese acto sobrenatural, en el tiempo en que tirar de mi vida era una ocupación útil si uno dejaba una mano libre para apartar a los salvajes, aquí está tu polo, la corriente que partió en dos tu pelo, el ángel mediador lleno de algas algo húmedas y tus pies sexuales caminan cada vez más sobre una noche en que éramos jóvenes y no podía recordar. Hay que nombrar la soga en casa del ahorcado, las casas donde hemos estado solos o juntos, deletreamos idiomas desconocidos, escuchábamos las confesiones de los asesinos, casas de amigos de siempre, llenas de arrepentimientos y pequeñas traiciones, sospechosas, cerradas en sus pantanos secretos, sus puertas entreabiertas hacia agonías y peligros que no nos contenían y sin embargo olvidarnos lo que era necesario olvidar, desolados, es verdad, pero aún en medio de esos indígenas de lenguas extrañas que mueren a nuestro alrededor y aunque vivan mil años y mil vidas jamás harán fortuna ni tocarán el cielo con los dedos.
 La vida de otros países, mujercita que añoras esas vidas inmaculadas, mi vida es pura desazón y desencuentro y aunque haga esfuerzos terribles por quedarme en este mundo empiezo a hablar una lengua extrañísima, siento ya el cascabel del gato entre mis dientes y quién comprende ya estos sonidos que no son más que el negativo de una noche única con una mujer única que creo haber vivido, señora, creo haberla vivido hace mucho tiempo cuando los salvajes comían en mi mano y yo era un tahúr y nada podía esperarse de mí sino una música familiar porque aún no había vivido una vida que fuese mía así como era mío tu pelo y no podía entonces recordar esa noche?

Y estoy seguro de haberla vivido, estoy seguro: éramos jóvenes y el mundo era demasiado ruidoso como para que pudiéramos mirarnos sin sobresaltarnos, de modo que decidimos que nuestra noche sería única y para siempre e inventamos una lengua diametralmente viva, y así nos decíamos cosas que ya he olvidado afortunadamente porque una sola palabra podría destruir el mundo siendo como es el mundo hecho con retazos de lana; de modo que en nuestro mundo no había gastos menores. Precisamente ahora tiro de mi vida y nadie me salva y ni siquiera se trata de tocar el cielo con los dedos. No sé si todos advierten tu belleza, tu cabeza, tu pelo que no morirá jamás.

Gianni Siccardi

No hay comentarios:

Publicar un comentario