Señora tomando sopa
Detrás del vaho blanco está la orden, la invitación o el
ruego,
cada uno encendiendo sus señales,
centelleando a lo lejos con las joyas de la tentación o
el rayo del peligro.
Era una gran ventaja trocar un sorbo hirviente por un
reino,
por una pluma azul, por la belleza, por una historia
llena de luciérnagas.
Pero la niña terca no quiere traficar con su horrible
alimento:
rechaza los sobornos del potaje apretando los dientes.
Desde el fondo del plato asciende en remolinos oscuros la
condena:
se quedará sin fiesta, sin amor, sin abrigo,
y sola en lo más negro de algún bosque invernal donde
aúllan los lobos
y donde no es posible encontrar la salida.
Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizá se hicieron remos para
llegar muy lejos.
Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno, hasta el
último invierno, hasta
la otra orilla.
Acaso estén reunidos viendo a la solitaria comensal de
olvido,
la que se traga este fuego,
esta sopa de arena, esta sopa de abrojos, esta sopa de
hormigas,
nada más que por puro acatamiento,
para que cada sorbo la proteja con los rigores de la
penitencia,
como si fuera tiempo todavía,
como si atrás del humo estuviera la orden, la invitación,
el ruego.
Tomado de La corona final
Olga Orozco
No hay comentarios:
Publicar un comentario