1 de febrero de 2016

Variaciones a propósito de un tema según Lewis Carroll, Antonin Artaud

VARIACIONES A PROPOSITO DE UN TEMA según Lewis Carroll

Esto no es una traducción sino una adaptación-variación del tema de un poema del que mi pensamiento no se ha alejado más para unirse en espíritu al autor y tal como se vio él mismo a sí mismo no en el interior de este poema sino en el interior de la poesía.
Lewis Carroll vio su yo como en un espejo pero en realidad no creyó en ese yo, quiso viajar por el espejo con el fin de destruir el espectro del yo fuera de sí mismo antes de destruirlo en su mismo cuerpo, pero al mismo tiempo era en él mismo donde expurgaba el Doble de ese yo.
Hay en este poema un estadio determinante de los estados por los que pasa la palabra materia antes de florecer en el pensamiento, y operaciones de alquimia si puede decirse salivar que todo poeta en el fondo de su garganta hace experimentar a la palabra, música, frase, variación del tempo interior, antes de regurgitarlas en materia para el lector.
Lo que lo demuestra es esa comparación extraña entre el Epicúreo sentado a la mesa ante una tajada exquisita de venado y que para aguzar su glotonería se reprime de saborearlo un bocado de cada seis, y el poeta que sueña un aire melódico supremo y que para aumentar su paladeo interno se lanza sobre los detalles.
A Ese poema en el que una frase musical tipo parece diluirse de repente en volutas de humo, es el poema de un insensato que un día entró en el ser y acabó por abandonarlo, y es el esfuerzo de todos los insensatos en ser, aferrarse a una realidad huidiza y condenada, y a la que sólo se aferran en función de su propia perversidad.
Paladeamos minuciosamente el pensamiento y el lenguaje pero en ese intervalo se nos escapa nuestra alma y ésta era esa misma realidad ante la que nos creíamos sentados. Y nuestro Yo celeste, el Ángel de pelo pelirrojo de Lewis Carroll luchaba en la tierra con su espectro traidoramente convertido en demonio.
Pues Lewis Carroll es en realidad un espíritu de cólera, de venganza y de furor. Una especie de amotinador nacido de la percepción y del lenguaje y si no podemos creerlo totalmente mientras lo leemos es porque nadie tuvo jamás la idea de mirar con él detrás del espejo interno por el que su espíritu nervioso y sufriente no puede impedirse pasar.
El Epicúreo al que Lewis Carroll acusa de ese pecado de perversidad consigo mismo es el mismo; y el motín al que apela toda su obra es un motín contra el yo y las condiciones ordinarias del yo, es decir la noción temporal de nuestro yo.
Fatigado y padeciendo de aquel pecado a su vez, pasó su vida ejecutando variaciones sobre este tema; pero leer la obra de un poeta es ante todo leer a través. Pues toda obra escrita es un espejo donde lo escrito se funde ante lo no-escrito. Y lo no--escrito de Lewis Carroll es una profunda, sabia y vertiginosa insatisfacción.
Las cosas, Lewis Carroll, no son efectivamente todo lo que son. Y podemos soñar sobre ese tema y ejecutar muchas variaciones, pero siempre nos vuelve la idea del yo perverso como una terrible regurgitación, ¿y cuando encontraremos por fin ese no-yo en el que nos vemos tal cuales, por fin, y puros, es decir Vírgenes, en el fondo del espejo interno?
El aire soñado por Lewis Carroll durante toda su vida es el de su yo melódico supremo, palabra casta del Serafín enterrado detrás de los fantasmas repelentes de las cosas y que un día volverá a nosotros, ¿pero Cuándo? y a través de esas músicas y ese aire, en un mundo que ya ni siquiera tiene el eje de un aire Eterno para decirse, ni de una música inmaterial y Sobrenatural para repetirse.  


NO ME GUSTA LA CARA GACELA
ni me gusta comer platos caros;
pues los precios altos benefician a los que se benefician de los
los pobres cervatos.
y no quiero transformarme en acaparador por hacer esto.

CUANDO VEO QUE VIENE HACIA MI CON UN OJO A LA FUNERALA
mi hijo a la salida de las clases `
tras haberse pegado contra quién y qué
y sin saber decir demasiado por qué,
tengo la impresión de verme a mi
en batalla ante mi espejo
contra mi propia desesperación.

PERO CUANDO VINO PARA CONOCERME MEJOR
me echó fuera, el irritable Señor;
y cuando me puse a teñirme el pelo
cuyo cambio nota SU GRACIA intratable
y de esta suerte admira.

Y QUE POR FIN ELLA ME AMA, ESTABA SEGURO DE QUE Mi TEZ
de azul desvaído o verde fangoso
dejaría una huella espesa
visible a medias sobre mis ojos
del pelirrojo poderoso que me distingue mejor.


* Pauvres hëres: pobres cervatos, o en sentido figurado, “pobres diablos” (N. del T.).



ANTONIN ARTAUD (según Lewis Carroll)

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