Aquí
Hacia el sur
hay exilios y pequeños arbustos
ladrones de caballos
mujeres acribilladas por la sequía y la pobreza del sol
hacia el norte
posadas y siestas y andenes lentos y frenéticos
yugulares enardecidas por el polen
bocas que esperan un golpe de placer.
Unos viajes perdidos ya
con rocas solitarias
una mujer desconocida que lloraba en cuclillas
sobre la arena helada
y almejas deshechas a picotazos
y gaviotas puramente asesinas y absortas
y anzuelos rotos
y pisadas que obligan al mar
que le dan una forma enloquecida
y el mar que accede
la mujer que accede
y borra las pisadas mientras sigue llorando.
Una mosca se ahoga en un vaso
la canilla gotea
el agua corre fuera del vaso liberada
abandonamos todo
las cáscaras que aleja la corriente
y se pierden
en un curva bajo un árbol
los labios dulces de los peces
besarán esas cosas inútiles
diarios envejecidos
anzuelos rotos
ruinas
cosas del río que nos debe otro día
otro día que abandonamos.
O en la ciudad
frente al reloj detenido
dentro del ascensor que nos condena
en el automóvil que crepita y aguanta esta tormenta
con el gin luminoso lleno de compasión
cosas inútiles
nocturnas
como un poema como una carta como diarios
o citas
o mensajes secretos.
Escucho lo que está cerca mío
veo mi vida y otras vidas
complicadas con las cosas de la noche
con lo que va quedando
pero qué haremos cuando se acabe todo esto
cuando vayamos cayendo o eligiendo
cuando digamos una calle olvidada una mujer extraña.
Aquí
en esta encrucijada de palabras y errores
golpes desconocidos
intenciones fugaces
aquí
cerca de todo recuerdo
de lo que se calla y atormenta
aquí
en esta región abandonada por los otros
donde parece no haber nada salvo habladurías y perfume
aquí vivimos
aquí encontramos un clima
una paciencia.
Hemos pasado hambre
conocemos lo que es posible conocer
carecemos de lo que es posible carecer
tenemos lo que reencontramos
tenemos lo que perdimos y abrazamos
tenemos la confusión
hemos abierto los brazos
hemos abierto las manos
dejamos mucho mundo para los otros
el puerto y los hoteles de paso
la noche que no era para mí
algunos pueblos de polvo y de traiciones
los caminos
lo que nos llena de terror.
Aquí no arden incendios ni fogatas
éste no es el corazón del bosque
no estoy en un restorán en medio de gritos y rencores
no llevo el timón no estamos naufragando
el gato que roza mis tobillos es suave y voluptuoso
esto no es un abismo
esto no es una lámpara que absorbe la noche
aquí no hay crímenes famosos
aquí estamos solos y temblamos
anzuelos rotos
ruinas.
No hace falta conocer el futuro
yo sé dónde está mi alegría
aquí
en este cuerpo habitado por hábitos y muecas
en la vehemencia arrasada disuelta en el candor
aquí
en esta cacería
en esta encrucijada
en esta región abandonada por los otros
donde parece no haber nada sino habladurías y perfume.
Gianni Siccardi de Fragmentos, Ediciones Topatumba,
Buenos Aires, Argentina 1995
Amor sobre la tierra
Que nuestros días
jamás sean azotados por los gestos inútiles
o arropados y mecidos
por la música fácil de la vida.
Que nunca más se desplomen
con su piel ciega y sus ritos polvorientos
en el eterno surco vacío donde caben
la amortiguada niebla del tedio
la veleta de las minúsculas costumbres
el enjambre del sueño.
Que nuestros días no agonicen ni se ahoguen
en los rincones de la indiferencia.
Que dejen de girar lentamente
en la noria del trabajo y el ocio
rodeados por la impaciencia y el delirio
y las lujosas noticias matinales
y los aullidos que llenan nuestros oídos
de furias y cenizas.
Que nunca más veamos
cómo se hunde el sol
entre los golpes bajos de la muerte.
Que el sol
no sea nunca más reemplazado
por la lámpara de la miseria.
Luz para la piedra errante de la aventura
para el oleaje fosforescente de la memoria
para el aliento mágico que nos sostiene.
Luz para nosotros
luz para nuestros ojos perpetuos
para nuestros brazos traslúcidos
para nuestras gargantas desnudas.
Luz para nosotros
el rebaño de los inocentes.
Luz
luz de vida
para el amor terrestre y su plegaria.
Luz para el canto incierto de los jóvenes
para el rocío de sus bocas fértiles
y sus lenguas de fuego que tatúan el porvenir.
Luz para los días ebrios
luz para los días prodigiosos
luz para los días insaciables.
Luz para las ceremonias del amor
sobre la tierra.
Gianni Siccardi de Fragmentos, Ediciones Topatumba,
Buenos Aires, Argentina 1995
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