EL SIMBOLISMO DEL “ CENTRO”
Paralelamente a la creación arcaica en los arquetipos
celestes de las ciudades y de los templos, encontramos otra serie de creencias
más copiosamente atestiguadas aún por documentos, y que se refieren a la
investidura del prestigio del “Centro”. Hemos examinado este problema en una
obra anterior; 24 aquí nos contentaremos con recordar los resultados a que
hemos llegado. El simbolismo arquitectónico del Centro puede formularse así:
a) la Montaña Sagrada —donde se reúnen el Cielo y la
Tierra— se halla en el centro del Mundo;
b) todo templo o palacio —y, por extensión, toda ciudad
sagrada o residencia real— es una “montaña sagrada”, debido a lo cual se
transforma en Centro;
c) siendo un Axis mundi, la ciudad o el templo sagrado es
considerado como punto de encuentro del Cielo con la Tierra y el Infierno.
Algunos ejemplos ilustrarán los símbolos precedentes:
A) En las creencias hindúes, el monte Meru se levanta en
el centro del mundo, y debajo de él brilla la estrella polar. Los pueblos
uraloaltaicos conocen también un monte central, Sumeru, en cuya cima .26 Según
las creencias iranias, la montaña sagrada, Haraberezaiti (Elburz) se halla en
medio de la Tierra y está unida al Cielo. Las poblaciones budistas de Laos, en
el norte de (Tailandia), Siam, conocen el monte Zinnalo, en el centro del
mundo. En el Edda, Himingbjörg es, como su nombre lo indica, una “montaña
celeste”, es ahí donde el arco iris (Bifröst) alcanza la cúpula de los cielos.
Análogas creencias se encuentran entre los finlandeses,
los japoneses, etc. Recordemos que para los semang de la península de Malaca,
en el centro del mundo se alza una enorme roca, Batu-Ribn; encima se halla el
Infierno. Antaño, sobre Batu-Ribn, un tronco de árbol se elevaba hacia el
cielo. El infierno, el centro de la tierra y la “puerta” del cielo se hallan,
pues, sobre el mismo eje, y por ese eje se hacía el pasaje de una región Mircea
Eliade El mito del eterno retorno cósmica a otra. Se vacilaría en creer en la
autenticidad de esta teoría cosmológica entre los pigmeos semang si no hubiese
razones para admitir que la misma teoría ya estaba esbozada en la época
prehistórica. En las creencias mesopotámicas, una montaña central reúne el
Cielo y la Tierra; es la “Montaña de los Países”, que une entre sí los
territorios.
El ziqqurat era propiamente hablando una montaña cósmica,
es decir, una imagen simbólica del Cosmos; los siete pisos representaban los
siete cielos planetarios (como en Borsippa) o los siete colores del mundo (como
en Ur).
El monte Thabor, en Palestina, podría significar tahbür
es decir, “ombligo”, omphalos. El monte Ge-rizim, en el centro de Palestina,
estaba sin duda alguna investido del prestigio del Centro, pues se lo llama
“ombligo de la tierra” (tabbúr eres; cf. Jueces, IX, 37: “... Mira qué de gente
desciende de en medio de la tierra”).* Una tradición recogida por Peter
Comestor dice que, en el momento del solsticio de verano, el sol no hace sombra
a la “Fuente de Jacob” (cerca de Geri-zim). En efecto, precisa Comestor, sunt
qui dicunt lo-cum illum esse umbilicum terrea nostrae habitabilis. La
Palestina, por constituir el país más elevado —puesto que estaba cerca de la
cima de la montaña cósmica—, no fue sumergida por el Diluvio. Un texto rabínico
dice: “La tierra de Israel no fue anegada por el diluvio”. Para los cristianos, el Gólgota se hallaba en
el centro del mundo, pues era la cima de la montaña cósmica y a un mismo tiempo
el lugar donde Adán fue creado y enterrado. Y así, la sangre del Salvador cae
encima del cráneo de Adán, inhumado al pie mismo de la Cruz, y lo rescata.” La
creencia según la cual el Gólgota se encuentra en el centro del Mundo se ha
conservado hasta en el folclore de los cristianos de Oriente (por ejemplo entre
los de Rusia Menor).
B) Los nombres de los templos y de las torres sagradas
babilónicos son testimonio de su asimilación a la montaña cósmica: “Monte de la
Casa”, “Casa del Monte de todas las tierras”, “Monte de las Tempestades”,
“Lazos entre el Cielo y la Tierra”, etcétera. Un cilindro del tiempo del rey
Gudea dice que “la cámara (del dios) que él (el Rey)construyó era igual al
monte cósmico”. Cada ciudad oriental se hallaba
en el centro del mundo. Babilonia era una Bab-ilani, una “puerta de los
dioses”, pues ahí era donde los dioses bajaban a la tierra. En la capital del
soberano chino perfecto, el gnomon no debe hacer sombra el día del solsticio de
verano a mediodía. Dicha capital se halla, en efecto, en el Centro del
Universo, cerca del árbol milagroso “Palo enhiesto” (kien mu), donde se
entrecruzan las tres zonas cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno.
El templo de Barabudur es también una imagen del Cosmos,
y está construido como una montaña artificial (como lo eran los ziqqurat). Al
escalarlo, el peregrino se acerca al Centro del Mundo y, en la azotea superior,
realiza una ruptura de nivel, trascendiendo el espacio profano, heterogéneo, y
penetrando en una “región pura”. Las ciudades y los lugares santos están
asimilados a las cimas de las montañas cósmicas.
Por eso Jerusalén y Sión no fueron sumergidas por el
Diluvio. Por otro lado, según la tradición islámica, el lugar más elevado de la
tierra es la Kaaba, porque “la estrella polar testimonia que se halla frente al
centro del Cielo”.
C) En fin, como consecuencia de su situación en el centro
del Cosmos, el templo o la ciudad sagrada son siempre el punto de encuentro de
las tres regiones cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno. Dur-anki, “lazo entre el
Cielo y la Tierra”, era el nombre de los santuarios de Nippur, Larsa y sin duda
Sippar.41 Babilonia tenía multitud de nombres, entre los cuales se cuentan:
“Casa de la base del Cielo y de la Tierra”, “Lazo entre el Cielo y la
Tierra”.42 Pero siempre era en Babilonia donde se cumplía el enlace entre la
Tierra y las regiones inferiores, pues la ciudad había sido construida sobre
babapso, la “Puerta de apsu”;” apsu designa las aguas del Caos anterior a la
Creación. Encontramos esa misma tradición entre los hebreos. La roca de
Jerusalén penetraba profundamente en las aguas subterráneas (tehom). En la
misma se dice que el Templo se encuentra justo encima de tehom (equivalente
hebraico de apsu). Y así como Babilonia tenía la “puerta de apsu”, la roca del
Templo de Jerusalén cerraba la “boca de tehom”. Concepciones similares se
encuentran en el mundo indoeuropeo. Entre los romanos, por ejemplo, el mundus
—es decir, el surco que se trazaba en torno al lugar donde había de fundarse
una ciudad— constituía el punto de encuentro entre las regiones inferiores y el
mundo terrestre. “Cuando el mundus está abierto, es la puerta de las tristes
divinidades infernales la que está abierta”, manifiesta Varrón. El templo
itálico era la zona de intersección de los mundos superiores (divino),
terrestre y subterráneo.
“El Santísimo creó el mundo como un embrión. Así como el
embrión crece a partir del ombligo, así Dios empezó a crear el mundo por el
ombligo y de ahí se difundió en todas direcciones.” Yoma afirma: “el mundo fue creado comenzando
por Sión”. En el Rig-Veda (por ejemplo,
x, 149), el Universo está concebido como si hubiera comenzado Mircea Eliade El
mito del eterno retorno a extenderse de un punto central.48 La creación del
hombre ocurre igualmente en un punto central. Según la tradición mesopotámica,
el hombre fue hecho en el “ombligo de la tierra”, en UZU (carne) SAR (lazo) KI
(lugar, tierra), donde se encuentra también Dur-an-ki, el “lazo entre el Cielo
y la Tierra”. Ormuz crea el buey primordial, Evagdath, así como el hombre
primordial, Gajomard, en el centro del
mundo. El Paraíso era el “ombligo de la Tierra” y, según una tradición siria,
se hallaba “en una montaña más alta que todas las demás”. Según el libro sirio
La Caverna, de los Tesoros, Adán fue creado en el centro de la tierra, en el
lugar mismo donde había de levantarse más tarde la cruz de Jesús. Las mismas
tradiciones han sido conservadas por el judaísmo. El apocalipsis judaico y la
midrash precisan que Adán fue hecho en Jerusalén. Como Adán fue inhumado en el
mismo lugar en que fue creado, es decir, en el centro del mundo, en el Gólgota,
la sangre del Salvador —como ya lo hemos visto— lo rescatará también.
* Una nota en la traducción de La Vulgata del P. Ció
aclara: "a la letra: del ombligo de la tierra". (N. del T.)
Mircea Eliade de lo Sagrado y lo Profano