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9 de agosto de 2017

Algunas notas sobre algo que no existe por H. P. Lovecraft (1890-1937).

Algunas notas sobre algo que no existe por H. P. Lovecraft (1890-1937).

Escrito publicado de forma póstuma.
Título original en inglés: «Some Notes On A Nonentity»

Para mí, la principal dificultad al escribir una autobiografía es encontrar algo importante que contar. Mi existencia ha sido reservada, poco agitada y nada sobresaliente; y en el mejor de los casos sonaría tristemente monótona y aburrida sobre el papel.
Nací en Providence, R.I. -donde he vivido siempre, excepto por dos pequeñas interrupciones- el 20 de agosto de 1890; de vieja estirpe de Rhode Island por parte de mi madre, y de una línea paterna de Devonshire domiciliada en el estado de Nueva York desde 1827.
Los intereses que me llevaron a la literatura fantástica aparecieron muy temprano, pues hasta donde puedo recordar claramente me encantaban las ideas e historias extrañas, y los escenarios y objetos antiguos. Nada ha parecido fascinarme tanto como el pensamiento de alguna curiosa interrupción de las prosaicas leyes de la Naturaleza, o alguna intrusión monstruosa en nuestro mundo familiar por parte de cosas desconocidas de los ilimitados abismos exteriores.
Cuando tenía tres años o menos escuchaba ávidamente los típicos cuentos de hadas, y los cuentos de los hermanos Grimm están entre las primeras cosas que leí, a la edad de cuatro años. A los cinco me reclamaron Las mil y una noches, y pasé horas jugando a los árabes, llamándome «Abdul Alhazred», lo que algún amable anciano me había sugerido como típico nombre sarraceno. Fue muchos años más tarde, sin embargo, cuando pensé en darle a Abdul un puesto en el siglo VIII y atribuirle el temido e inmencionable Necronomicon!
Pero para mí los libros y las leyendas no detentaron el monopolio de la fantasía.
En las pintorescas calles y colinas de mi ciudad nativa, donde los tragaluces de las puertas coloniales, los pequeños ventanales y los graciosos campanarios georgianos todavía mantienen vivo el encanto del siglo XVIII, sentía una magia entonces y ahora difícil de explicar. Los atardeceres sobre los tejados extendidos por la ciudad, tal como se ven desde ciertos miradores de la gran colina, me conmovían con un patetismo especial. Antes de darme cuenta, el siglo XVIII me había capturado más completamente que al héroe de Berkeley Square; de manera que pasaba horas en el ático abismado en los grandes libros desterrados de la biblioteca de abajo y absorbiendo inconscientemente el estilo de Pope y del Dr.  Johnson como un modo de expresión natural. Esta absorción era doblemente fuerte debido a mi frágil salud, que provocó que mi asistencia a la escuela fuera poco frecuente e irregular. Uno de sus efectos fue hacerme sentir sutilmente fuera de lugar en el período moderno, y pensar por lo tanto en el tiempo como algo místico y portentoso donde todo tipo de maravillas inesperadas podrían ser descubiertas.
También la naturaleza tocó intensamente mi sentido de lo fantástico. Mi hogar no estaba lejos de lo que por entonces era el límite del distrito residencial, de manera que estaba tan acostumbrado a los prados ondulantes, a las paredes de piedra, a los olmos gigantes, a las granjas abandonadas y a los espesos bosques de la Nueva Inglaterra rural como al antiguo escenario urbano. Este paisaje melancólico y primitivo me parecía que encerraba algún significado vasto pero desconocido, y ciertas hondonadas selváticas y oscuras cerca del río Seekonk adquirieron una aureola de irrealidad no sin mezcla de un vago horror. Aparecían en mis sueños, especialmente en aquellas pesadillas que contenían las entidades negras, aladas y
gomosas que denominé «night-gaunts» [espectros nocturnos o alimañas descarnadas].
Cuando tenía seis años conocí la mitología griega y romana a través de varias publicaciones populares juveniles, y fui profundamente influido por ella. Dejé de ser un árabe y me transformé en romano, adquiriendo de paso una rara sensación de familiaridad y de identificación con la antigua Roma sólo menos poderosa que la sensación correspondiente hacia el siglo XVIII. En un sentido, las dos sensaciones trabajaron juntas; pues cuando busqué los clásicos originales de los cuales se tomaron los cuentos infantiles, los encontré en su mayoría en traducciones de finales del siglo XVII y del XVIII. El estímulo imaginativo fue inmenso, y durante una temporada creí realmente haber vislumbrado faunos y dríadas en ciertas arboledas venerables. Solía construir altares y ofrecer sacrificios a Pan, Diana, Apolo y Minerva.
En este período, las extrañas ilustraciones de Gustave Doré‚ -que conocí en ediciones de Dante, Milton y La balada del Antiguo Marinero- me afectaron poderosamente. Por primera vez empecé‚ a intentar escribir: la primera pieza que puedo recordar fue un cuento sobre una cueva horrible perpetrado a la edad de siete años y titulado «The Noble Eavesdropper» [El noble fisgón]. Este no ha sobrevivido, aunque todavía poseo dos hilarantes esfuerzos infantiles que datan del año siguiente: «The Mysterious Ship» [La nave misteriosa] y «The Secret of
the Grave» [El secreto de la tumba], cuyos títulos exhiben suficientemente la orientación de mi gusto.
A la edad de casi ocho años adquirí un fuerte interés por las ciencias, que surgió sin duda de las ilustraciones de aspecto misterioso de «Instrumentos filosóficos y científicos» al final del Webster's Unabrigded Dictionary. Primero vino la química, y pronto tuve un pequeño laboratorio muy atractivo en el sótano de mi casa. A continuación vino la geografía, con una extraña fascinación centrada en el continente antártico y otros reinos inexplorados de remotas maravillas.
Finalmente amaneció en mí la astronomía; y el señuelo de otros mundos e inconcebibles abismos cósmicos eclipsó todos mis otros intereses durante un largo período hasta después de mi duodécimo cumpleaños. Publicaba un pequeño periódico hectografiado titulado The Rhode Island Journalof Astronomy, y finalmente -a los dieciséis- irrumpí en la publicación real en la prensa local con temas de astronomía, colaborando con artículos mensuales sobre fenómenos de actualidad para un periódico local, y alimentando la prensa rural semanal con misceláneas más expansivas.
Fue durante la secundaria -a la que pude asistir con cierta regularidad- cuando produje por primera vez historias fantásticas con algún grado de coherencia y seriedad. Eran en gran parte basura, y destruí la mayoría a los dieciocho, pero una o dos probablemente alcanzaron el nivel medio del «pulp». De todas ellas he conservado solamente «The Beast in the Cave» [La bestia de la cueva] (1905) y «The Alchemist» [El alquimista] (1908). En esta etapa la mayor parte de mis escritos, incesantes y voluminosos, eran científicos y clásicos, ocupando el material fantástico un lugar relativamente menor. La ciencia había eliminado mi creencia en lo sobrenatural, y la verdad por el momento me cautivaba más que los sueños. Soy todavía materialista mecanicista en filosofía. En cuanto a la lectura: mezclaba ciencia, historia, literatura general, literatura fantástica, y basura juvenil con la más completa falta de convencionalismo.
Paralelamente a todos estos intereses en la lectura y la escritura, tuve una niñez muy agradable; los primeros años muy animados con juguetes y con diversiones al aire libre, y el estirón después de mi décimo cumpleaños dominado por persistentes pero forzosamente cortos paseos en bicicleta que me familiarizaron con todas las etapas pintorescas y excitadoras de la imaginación del paisaje rural y los pueblos de Nueva Inglaterra. No era de ningún modo un ermitaño: más de una banda de la muchachada local me contaba en sus filas.
Mi salud me impidió asistir a la universidad; pero los estudios informales en mi hogar, y la influencia de un tío médico notablemente erudito, me ayudaron a evitar algunos de los peores efectos de esta carencia. En los años en que debería haber sido universitario viré de la ciencia a la literatura, especializándome en los productos de aquel siglo XVIII del cual tan extrañamente me sentía parte. La escritura fantástica estaba entonces en suspenso, aunque leía todo lo espectral que podía encontrar -incluyendo los frecuentes sueltos extraños en revistas baratas tales como All-Story y TheBlack Cat-. Mis propios productos fueron
mayoritariamente versos y ensayos: uniformemente despreciables y relegados ahora al olvido eterno.
En 1914 descubrí la United Amateur Press Association y me uní a ella, una de las organizaciones epistolares de alcance nacional de literatos noveles que publican trabajos por su cuenta y forman, colectivamente, un mundo en miniatura de crítica y aliento mutuos y provechosos. El beneficio recibido de esta afiliación apenas puede sobrestimarse, pues el contacto con los variados miembros y críticos me ayudó infinitamente a rebajar los peores arcaísmos y las pesadeces de mi estilo.
Este mundo del «periodismo aficionado» está ahora mejor representado por la National Amateur Press Association, una sociedad que puedo recomendar fuerte y conscientemente a cualquier principiante en la creación. Fue en las filas del amateurismo organizado donde me aconsejaron por primera vez retomar la escritura fantástica; paso que dí en julio de 1917 con la producción de «La tumba» y «Dagon» (ambos publicados después en Weird Tales) en rápida sucesión.
También por medio del amateurismo se establecieron los contactos que llevaron a la primera publicación profesional de mi ficción: en 1922, cuando Home Brew publicó un horroroso serial titulado «Herbert West - Reanimator». El mismo círculo, además, me llevó a tratar con Clark Ashton Smith, Frank Belknap Long, Wilfred B. Talman y otros después celebrados en el campo de las historias extraordinarias.
Hacia 1919 el descubrimiento de Lord Dunsany -de quien tomé la idea del panteón artificial y el fondo mítico representado por «Cthulhu», «Yog-Sothoth», «Yuggoth», etc.- dio un enorme impulso a mi escritura fantástica; y saqué material en mayor cantidad que nunca antes o después. En aquella época no me formaba ninguna idea o esperanza de publicar profesionalmente; pero el hallazgo de Weird Tales en 1923 abrió una válvula de escape de considerable regularidad.
Mis historias del período de 1920 reflejan mucho de mis dos modelos principales, Poe y Dunsany, y están en general demasiado fuertemente inclinadas a la extravagancia y un colorismo excesivo como para ser de un valor literario muy serio.
Mientras tanto mi salud había mejorado radicalmente desde 1920, de manera que una existencia bastante estática comenzó a diversificarse con modestos viajes, dando a mis intereses de anticuario un ejercicio más libre. Mi principal placer fuera de la literatura pasó a ser la búsqueda evocadora del pasado de antiguas impresiones arquitectónicas y paisajísticas en las viejas ciudades coloniales y caminos apartados de las regiones más largamente habitadas de América, y gradualmente me las he arreglado para cubrir un territorio considerable desde la glamorosa Quebec en el norte hasta el tropical Key Westen el sur y el colorido Natchez y New Orleans por el oeste. Entre mis ciudades favoritas, aparte de Providence, están Quebec; Portsmouth, New Hampshire; Salem y Marblehead en Massachusetts; Newport en mi propio estado; Philadelphia; Annapolis; Richmond con su abundancia de recuerdos de Poe; la Charleston del siglo XVIII, St. Augustine del XVI y la soñolienta Natchez en su peñasco vertiginoso y con su interior subtropical magnífico. Las «Arkham» y «Kingsport» que salen en algunos de mis cuentos son versiones más o menos
adaptadas de Salem y Marblehead. Mi Nueva Inglaterra nativa y su tradición antigua y persistente se han hundido profundamente en mi imaginación y aparecen frecuentemente en lo que escribo. Vivo actualmente en una casa de 130 años de antigüedad en la cresta de la antigua colina de Providence, con una vista arrobadora de ramas y tejados venerables desde la ventana encima de mi escritorio.
Ahora está claro para mí que cualquier mérito literario real que posea está confinado a los cuentos oníricos, de sombras extrañas, y «exterioridad» cósmica a pesar de un profundo interés en muchos otros aspectos de la vida y de la práctica profesional de la revisión general de prosa y verso. Por qué es así, no tengo la menor idea. No me hago ilusiones con respecto al precario estatus de mis cuentos, y no espero llegar a ser un competidor serio de mis autores fantásticos favoritos: Poe, Arthur Machen, Dunsany, Algernon Blackwood, Walter de la Mare, y Montague Rhodes James. La única cosa que puedo decir en favor de mi trabajo es su sinceridad. Rechazo seguir las convenciones mecánicas de la literatura popular o llenar mis cuentos con personajes y situaciones comunes, pero insisto en la reproducción de impresiones y sentimientos verdaderos de la mejor manera que pueda lograrlo. El resultado puede ser pobre, pero prefiero seguir aspirando a una expresión literaria seria antes que aceptar los estándares artificiales del romance barato.
He intentado mejorar y hacer más sutiles mis cuentos con el paso de los años, pero no logré el progreso deseado. Algunos de mis esfuerzos han sido mencionados en los anuarios de O'Brien y O. Henry, y unos pocos tuvieron el honor de ser reimpresos en antologías; pero todas las propuestas para publicar una colección han quedado en nada. Es posible que uno o dos cuentos cortos puedan salir como separatas dentro de poco. Nunca escribo si no puedo ser espontáneo: expresando un sentimiento ya existente y que exige cristalización. Algunos de mis
cuentos involucran sueños reales que he experimentado. Mi ritmo y manera de escribir varían bastante en diferentes casos, pero siempre trabajo mejor de noche.
De mis producciones, mis favoritos son «The Colour Out of Space» [El color que cayó del cielo] y «The Music of Erich Zann» [La música de Erich Zann], en el orden citado. Dudo si podría tener algún éito en el tipo ordinario de ciencia ficción.
Creo que la escritura fantástica ofrece un campo de trabajo serio nada indigno de los mejores artistas literarios; aunque uno muy limitado, ya que refleja solamente una pequeña sección de los infinitamente complejos sentimientos humanos. La ficción espectral debe ser realista y centrarse en la atmósfera; confinar su salida de la Naturaleza al único canal sobrenatural elegido, y recordar que el escenario, el  tono y los fenómenos son más importantes para comunicar lo que hay que comunicar que los personajes y la trama. La «gracia» de un cuento
verdaderamente extraño es simplemente alguna violación o superación de una ley cósmica fija, una escapada imaginativa de la tediosa realidad; por lo tanto son los fenómenos más que las personas los «héroes» lógicos. Los horrores, creo, deben ser originales: el uso de mitos y leyendas comunes es una influencia debilitadora.
La ficción publicada actualmente en las revistas, con su orientación incurable hacia los puntos de vista sentimentales convencionales, estilo enérgico y alegre, y artificiales tramas de «acción», no puntuan alto. El mejor cuento fantástico jamás escrito es probablemente «The Willows» [Los sauces] de Algernon Blackwood.


23 de noviembre de 1933.

8 de agosto de 2017

Los trabajos y los días de Howard Phillips Lovecraft, Juan Jacobo Bajarlia

 Los trabajos y los días de Howard Phillips Lovecraft, Juan Jacobo Bajarlia

1890 Nace en Providence, Estado de Rhode Island, un 20 de agosto, año en que muere Vincent Van Gogh, y en que Friedrich Nietzsche pierde la razón. Sus padres son Winfield Scott Lovecraft y Sara Susan Phillips.
El padre, atacado por una parálisis progresiva de origen sifilítico (L. Sprague de Camp lo califica de loco violento) debe ser internado en 1893. Se le nombra un curador para disponer de sus actos jurídicos. La madre, a su vez, contrae una neurosis. Vivían entonces en el 194 (después 454) de Angell Street.
Un niño, de ojos castaños y nariz aguileña, cabello rubio de cuidados bucles, aficionado a los gatos, es sobreprotegido y criado en calidad de niña, por su madre, ya trastornada por la enfermedad del padre. Sólo cuando Howard tiene 6 años, accediendo ella a los deseos del niño, le corta los bucles y atempera su tratamiento de índole femenina. Enfermizo y alérgico al frío, no se mueve durante la infancia y la adolescencia, de la nutrida biblioteca de su abuelo Whipple Phillips, donde devora toda clase de libros y los volúmenes de astronomía adquiridos por su abuela. El abuelo, a su vez, lo entretiene con cuentos de brujas y fantasmas en los que no faltan los calderos y los gemidos; inventa un mundo terrorífico que influiría en el futuro escritor.
1895 Ingresa en la escuela dominical de la Iglesia Anabaptista de College Hill.
1896 Lee la mitología clásica en la obra de Thomas Bulfinch (The age of fable), y adopta el seudónimo de Lucius Valerius Messala. Se considera ya un “joven ateo”.
1898 Un 19 de julio, muere Winfield Scott Lovecraft.
1901 Compone Poemata minora, hoy perdido, e imita los pareados pseudogeorgianos de Dryden, Alison y Poe.
1903 Tiene 13 años y vive fascinado por la figura de Sherlock Holmes. Funda la Providence Detective Agency, y escribe The beast in the cave, su primer cuento completo, en el que ya están los elementos de su futura literatura de terror. Colabora también con temas de astronomía en la revista mimeografiada The Rhode Island Journal of Astronomy.
1904 Se afilia a la United Press Amateur Association, institución que luego publicará The alchemist, escrito en 1908, a los 18 años. Muere su abuelo Wipple V. Phillips. Ingresa en la escuela secundaria y se destaca en latín.
1906 A partir de este año comienza a publicar mensualmente un artículo sobre meteorología en la Tribune de Providence. Edita para sus amigos, en copias mimeográficas, la Scientific Gazzette y el Rhode Island Journal, dando noticias sobre distintos temas científicos y literarios.
1907 Se deja fascinar por el paganismo, por el barroco, y por el racionalismo del siglo XVIII, y reafirma su tendencia al materialismo. El mismo dirá (L. Sprague de Camp, c. 2):
“Creo que soy, probablemente, la única persona para quien la lengua antigua del siglo XVIII es realmente lengua madre en prosa y en poesía (...) A partir del siglo XVIII todo es irreal o ilusorio, una especie de grotesca pesadilla o caricatura.”
Escribe El cuadro, un relato fantástico en el que un pintor es desfigurado y muerto por la imagen bestial y horrorosa llevada al lienzo. A pesar de tener una Remington escribe a mano sentado en la cama, y lo hace de noche o durante el día pero con los postigos cerrados y alumbrándose con luz eléctrica. A la alergia al frío se le suma la depresión y sus malas digestiones. A esto se le añade el poikilotermismo, incapacidad fisiológica para adaptarse a los cambios térmicos. Esto no le impedirá el consumir chocolate y helados permanentemente. Intenta la música, la química, la astronomía y la pintura. Por falta de voluntad, abandona sus proyectos a poco de iniciarlos. Tiene facilidad para los idiomas. Además del latín, lee griego, francés y castellano. Es el año en que deja de concurrir a la escuela secundaria. Se convierte en gran autodidacta.
1913 Racista, seguidor de Gobineau en cuyo Essai sur l'egalité de races humaines (1856) se exalta la raza aria (cabeza alargada, cabello rubio, ojos azules y alto como los nórdicos), se pronuncia contra los negros en estos versos:

Sobre la creación de los negros

Cuando en el pasado los dioses crearon la Tierra,
formaron al Hombre a imagen de Júpiter.
Las bestias, inferiores, fueron creadas después,
porque estaban muy lejos de lo humano.
Para llenar el vacío y unir el resto al Hombre,
el morador del Olimpo ideó un sabio plan:
creó una bestia de forma semihumana,
la llenó de vicio y la llamó NEGRO.

Le adjudica a sus amigos unos nombres especiales que aparecen en sus relatos. August Derleth se convierte en el Conde d'Erlette. Robert Bloch, en Bho-Block. Frank Belknap Long, en Belknapius, Robert E. Howard, en Bob-Dos Pistolas. Clark Ashton Smith, en Klarkash-Ton. Y así muchos otros. A pesar de sus fobias y sus reacciones ideológicas, tiene un espíritu infantil que lo pone a cubierto de la maledicencia.
1915 Funda The Conservative, un periódico en el que colaboran sus amigos. Era ya un anglófilo rabioso.
“Se negaba por principio a vestir alguna prenda de color verde en el día de San Patricio. El hecho de que en el siglo XII el Papa Adriano IV entregara Irlanda a Enrique II de Inglaterra –como si dispusiera de algo suyo–, no confería ninguna simpatía a los irlandeses.”
Lovecraft, a biography
En el número I del Conservative, analizando la Primera Guerra, se muestra reaccionario y germanófilo. Proclama la superioridad de la “magnífica estirpe teutónica” y la “declinaciónde las civilizaciones latinas”, de modo tal, sigue diciendo, que: “Francia, Italia y España, hoy, muestran la huella de la degeneración nacional”.
1916 La United Press Association publica The alchemist, que data de 1908.
1917 Dagon. Este año, al enrolarse en Rhode Island, es rechazado por malestares nerviosos.
1919 Más allá del muro de los sueños y La maldición que cayó sobre Sarnath. Admira a Lord Dunsany (Edward John Moreton Drax Plunkett). Muy influido por él, se traslada a Boston para escucharlo en una conferencia del Corey-Plaza Hotel. Lo admira como creador de mitos, por haber participado en la guerra contra los boers y en la Gran Guerra, y por haber sido, en algunas empresas, compañero de William Butler Yeats. A él le dedica un poema de 64 versos: A Edward John Moreton Drax Plunkett, Décimo Baron Dusany, publicado en el Tryout. Transcribo algunos de esos versos:

Igual que el Sol sobre el sombrío Mundo
surge y convierte en oro la tiniebla,
(...)
así ahora sobre el reino donde reina la gris monotonía
con solar magnificencia vemos a PLUNKETT elevarse.

1920 Arthur Jermyn (The White Ape) y El templo. Publica también Nyarlathotep, un poema en el que el personaje epónimo es uno de los dioses de Cthulhu. Aquí es presentado cuando sale de Egipto y llega a los “países civilizados”. Lo describe como un ser siniestro, amigo de adquirir extraños instrumentos de cristal y metal con los que construye otros instrumentos no menos extraños. Con el seudónimo de Henry Paget-Lowe escribe The poetry and the gods, en colaboración con Anna Helen Crofts.
1921 El extraño. El pantano de la diosa Luna (The Moon bog). Hypnos. La música de Erich Zann. La Ciudad Sin Nombre. En este año muere su madre, Sarah Susan Phillips.
1922 El horror oculto. El sabueso. Se autodetermina el sumo sacerdote Ech-Pi-El, transcripción fonética de sus iniciales H. P. L., y así firmará numerosas cartas.
1923 Lo innominable. Se funda la revista Weird Tales, en cuyo número de octubre aparece Dagon, escrito en 1917. Desde entonces esta importante revista publicará casi toda la obra de Lovecraft. Por aquella época, muerta toda su familia, ya en la pobreza, Lovecraft se gana la vida mediante correcciones de estilo. Cobra malamente 15 dólares semanales. Entre sus clientes se halla Sonia Greene, presentada por su amigo Rheinhardt KIeiner, para la cual corrige The invisible monster que luego publicaría Weird Tales. En este año escribe su popular The rats in the wall, en la que el protagonista, De la Poer, adquiere una ruinosa mansión que restaura y donde va a vivir con 7 criados y 9 gatos, entre ellos Nigger-man, su mascota. Sobre la mansión pesa una maldición que sus moradores no podrán eludir. Es una maldición referida a las inacabables carreras de un ejército de ratas invisibles que sólo él y los gatos podrán oír. Tras un altar en el sótano, hallan un túnel que desemboca en una caverna llena de jaulas con esqueletos humanos. Son los restos de un culto caníbal practicado en épocas prehistóricas. Dinamitada la mansión y encerrado De la Poer en una habitación enrejada, enloquece y piensa en las ratas que eliminaron a Norry, y que ahora deslizándose por las paredes, acabarán con él en algún momento. En 1923 Lovecraft escribió también The festival, (El ceremonial, en las traducciones al castellano), en el que se menciona el ímpio Necronomicón del “loco Abdul Alhazred, en la excomulgada traducción latina de Olaus Wormius”, y otros libros como el Saducismus triunphatus, de Joseph Glanvil, publicado en 1681, y la horrorosa Daemonolatreia, de Remiguis, impresa en Lyon, en 1595.
1924 El 3 de marzo se casa en Nueva York con Sonia Greene a pesar de que ésta es judía y él un antisemita influenciado por el racismo. La ceremonia está a cargo del Reverendo George Benson Cox en la capilla de Sto Paul. Sonia le lleva 7 años a Lovecraft, y sabe con quién se casa. El escritor,en los días previos, le había regalado un ejemplar de Los papeles privados de Henry Ryecroft (1903), de George Gissing, para que supiera cómo es el hombre del cual se enamoró, ya que se identifica con el protagonista de esa novela. Se trata de una obra autobiográfica, en la que el personaje principal se describe como un ser de pocos amigos que ha vivido más en el pasado que en el presente. Un ser con cerebro pero incapaz de afrontar los hechos cotidianos. Y para peor, haragán e inepto. Y así es Lovecraft, un cerebro que vive en el pasado, fascinado por las leyendas de la Nueva Inglaterra y los mitos de todo tipo que, incluso, inventa para exaltar ese pasado. Es un inepto para afrontar las circunstancias adversas. Criado como una niña por una madre neurótica, no le interesa el amor ni el sexo. Se puede decir que es un asexuado o un inhibido antisexual, pero no un homosexual como se ha venido afirmando. En su obra no existe la mujer terrena, capaz de una batalla o un sacrificio. Sólo existen los monstruos y el horror. Sonia ha debido advertirlo, o no la lee cuando Lovecraft le obsequia la novela de George Gissing. Sprague de Camp, analizando el tema nos dice:
“Cuando Cooks publicó un relato inofensivo sobre la modelo de un artista que posaba desnuda, Lovecraft escribió una extensa y acalorada carta en que atacaba al autor por ese horrible ejemplo de decadencia de pensamiento y moral. Escribió también que: El erotismo pertenece a un orden inferior de los instintos, y es una cualidad más animal que noblemente humana.“
Refiriéndose a Sonia, agrega:
“Cuando Derleth la visitó en 1953, ella contó: Howard era adecuado sexualmente, pero siempre se acercaba al sexo como si no le gustara plenamente. Cada vez tenía que tomar ella la iniciativa. Supongo que en los meses siguientes al matrimonio, Lovecraft cumplió normalmente con sus deberes conyugales, pero sin mucho entusiasmo.”
Lovecraft escribe La casa aislada. Comienzan las dificultades económicas. Sonia y Lovecraft buscan trabajo.
1925 Otra obra, En la cripta y El horror en Red Hook. Comienza La llamada de Cthulhu.
1926 Termina La llamada de Cthulhu. El modelo Pickman. Se asocia a Frank Belknap Long para escribir por encargo de los clientes. Se produce el desentendimiento en el matrimonio con Sonia. De este año data La llave de plata, que Weird Tales va a publicar en el número de enero de 1929. Su personaje central es Randolph Carter, el cual aparece en otros relatos de tema onírico como La declaración de Randolph Carter, y En busca de la Ciudad del Sol Poniente. La saga se continúa en A través de las puertas de la llave de plata, obra escrita en colaboración con H. Hoffmann Price. En En busca de la Ciudad del Sol Poniente, Lovecraft dice del protagonista:
“Descendió audazmente los 300 peldaños que conducen al Pórtico del Sueño Profundo y emprendió el camino a través del bosque encantado. En las oquedades de ese bosque enmarañado (...) habitaban los furtivos y silenciosos zoogs. Estos seres conocen una infinidad de secretos de la región de los sueños, y algo también del mundo de la vigilia (...). Ciertos rumores inexplicables, ciertos accidentes y desapariciones ocurren entre los hombres allí donde los zoogs tienen acceso.”
Uno de los seres oníricos le hará saber a Carter que los grandes dioses sólo pueden verse en los picos de las altas montañas, cuando la Luna brilla y ejecutan sus danzas rituales. Entonces nadie puede observarlos porque las nubes los aíslan de la mirada de los hombres. Pensamientos como éste son frecuentes en Lovecraft, fascinado desde niño por aquellas leyendas de la Nueva Inglaterra en que los indios y los blancos vagan en los bosques, en frenéticas orgías.
1927 Viaja a New York para ver a sus amigos del Kalem Club, al que también se afilió. Sólo podría pertenecer a él aquellos cuyo apellido comenzara por una K, una L o una M, como Rheinhardt KIeiner, Frank Belknap Long y Everett Mc Neil, sus fundadores. H. P. Lovecraft se halla en esas condiciones. En este año publica El color que cayó del cielo y escribe El caso de Charles Dexter Ward, que completará en 1928. De 1927 es su ensayo sobre El horror sobrenatural en la literatura. Se funda la revista Tales of Magic and Mystery, en la que Lovecraft publicará Aire frío, en 1928.
1928 El horror de Dunwich. Vive separado de Sonia quien alquila su departamento y toma una habitación para ella sola.
1929 El 25 de marzo, en el Estudio de un abogado, H. P. Lovecraft y Sonia Greene, después de vivir separados, firman el convenio de divorcio. El primero dice:
“Yo solo podría vivir en un remanso tranquilo impregnado de la historia de Nueva Inglaterra, mientras mi desaventurada compañera de viaje encontró tal perspectiva prácticamente asfixiante, complicada, además, por las dificultades económicas”.
Sonia se queja de su comportamiento:
“Cuando Howard y yo nos despedimos para irnos a dormir, le dije: Howard, ¿no me das un beso?. Su contestación fue: No, es mejor que no”.
1930 El que susurra en la obscuridad, La sombra sobre Innsmouth y Las montañas de la locura. Esta última es una continuación de las Aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe.
1932 Los sueños en la casa de la bruja.
1933 La criatura tras la puerta.
1934 En la noche de los tiempos. La sombra fuera del tiempo.
1935 El morador de las tinieblas. Se relaciona Sonia Greene en ese año con un senador de California, y, finalmente, se casa con el viudo Nathaniel Abraham Davis, médico judío, de origen brasileño, muy religioso y venido a menos. Davis muere de cáncer en 1945. Sonia vive hasta el 26 de diciembre de 1972. Muere en California, a los 89 años. En ese año debemos computar El que frecuenta las tinieblas.
1937 Agudiza el estado de salud de Lovecraft. Su alergia, sus procesos digestivos y la mala circulación de la sangre, se agravan en los comienzos de 1937. Permanece en cama, y en febrero contrae una fuerte gripe. Aún tiene ganas de escribir, pero sólo se dedica a dictar cartas. Annie Gamwell, alarmada porque Lovecraft pierde peso y no puede retener los alimentos, recurre al doctor William L. Leet, quien lo deriva a un especialista. Le diagnostican un carcinoma. El 10 de marzo lo trasladan al Jane Brown Memorial Hospital, y no lo logran operar por lo avanzado del cáncer. Se le administra morfIna y lo alimentan por vía intravenosa. Los dolores se intensifIcan y muere en la madrugada del 15 de marzo. La partida de defunción consigna fríamente nefritis crónica y carcinoma intestinal. El 18 se lleva a cabo el funeral en la capilla de la empresa Horace B. Knowlws e Hijos. Asisten sólo 4 personas: Annie Gamwell, Edna W. Lewis, gran amiga de Lovecraft, Edward H. Cole, periodista de Boston, y su prima segunda Ethell Phillips Morris.
Es enterrado en el cementerio de Swan Point. No hay lápida que indique el lugar de la inhumación. Acaso los dioses gelatinosos y palmípedos que aterrorizan a los hombres, han borrado su sepultura. Pero sí hay, un nombre frío en la columna central que dice Howard Phillips Lovecraft.

Juan Jacobo Bajarlia

7 de agosto de 2017

Para no ver demasiado, Aldo Pellegrini

 PARA NO VER DEMASIADO

Ante las miradas penetrantes
las peinadoras ejecutan su danza impecable
los ciegos traen una luz
que hace resplandecer las cosas
hay que eludir el punto donde lo invisible
se hace dolorosamente visible
al extender la mano
un grito separa el rostro demasiado próximo
el rostro que descubre la imperfección necesaria
todo lo envuelve la niebla
en la que se extravían los ojos
los supuestos videntes miran hacia dentro
en busca de un mundo sin horizonte

con el compromiso de no emocionarse
se permite adorar al dios de la distancia
todos marchan cautelosos
n través del vacío translúcido
esperando ansiosamente la tempestad aniquiladora


Aldo Pellegrini de El muro secreto (1949)

6 de agosto de 2017

El límite del diálogo, Aldo Pellegrini

EL LÍMITE DEL DIÁLOGO

Calle de duendes de primavera que atrae a los hombres se-
dientos y sacude su polvo a la diestra de las respiraciones, por
un camino de miradas furtivas, oh blancos senos ¿en que olvi-
do de horas de peligro os encontré?

Ardiendo hasta que nos detiene una frágil muralla de calma,
despertar de ruidos y perfumes.

Ya no quiero retroceder en los caminos acosado por las
ciones de las medusas.

Hacia el oriente las manos señalan la partida del sol
gravedad.

Ya no quiero envejecer en los hoteles carcomidos por las
migraciones, donde los transeúntes se inmovilizan
sueño en tanto que las lianas crecen ávidas hacia la
los pájaros.

Un mar distante y la próxima sangre entablan el
frialdad y el ardor. Los teatros están desiertos.

Los pasos se alejan en la soledad que tú respiras y Se
los rostros.

Los desconocidos se saludan profundamente hasta el límite de
la petrificación.

Aspirando a un retorno de otros climas en los que la vegetación
se enciende y el deseo hace hervir su sorda potencia hasta con-
sumirse a sí mismo sin llamas, sin cenizas.

Voracidad del aliento al atravesar impávido el foso que todo lo'
separa.

Estamos en el límite del diálogo refugiados en los portales don-
de un sol sin esperanza renuncia a iluminar la amarga quietud.
Molineros de la molicie soportando incrédulos la consagración
de la inocencia.

Estamos en el límite del diálogo, allí donde se alcanza el cora-
zón del conocimiento. Así se logra arrebatar su mercadería a
los traficantes del misterio y la soledad, así se ahuyenta a los
mercaderes del silencio.


Aldo Pellegrini de Construcción de la destrucción (1957)

5 de agosto de 2017

En fin, Aldo Pellegrini

En fin

Los ojos abiertos no ven
pero beben

Si posas la mano sobre tu párpado
se derrama el líquido de tu temblor

A la misma hora, siempre a la misma hora
sopla el viento de tu sonrisa
alimento cotidiano
de los vencidos

En el minuto exacto de tu llegada
la realidad se derrumba
entonces te detienes humildemente

Tu humildad es tu orgullo
náufraga del despertar
la oscuridad nos acerca

Has aprendido a llegar tarde
ataviada de miedo, fugitiva del orden de la vigilia
la noche se prolonga más allá de las promesas

Has perdido el camino
la oscuridad nos aleja
los ojos tienen sed
de contactos.


Aldo Pellegrini de Construcción de la destrucción (1957)

4 de agosto de 2017

La certidumbre de existir, Aldo Pellegrini


La certidumbre de existir

lo he visto todo
todo lo que no existe destruir lo que existe
la espera arrasa la tierra como un nuevo diluvio
el día sangra
unos ojos azules recogen el viento para mirar
y olas enloquecidas llegan hasta la orilla del país silencioso
donde los hombres sin memoria
se afanan por perderlo todo

En una calle de apretado silencio transcurre el asombro
todo retrocede hasta un límite inalcanzable para el deseo
pero tú y yo existimos
tu cuerpo y el mío se adelantan y aproximan
y aunque nunca se toquen aunque un inmenso vacío los separe
tú y yo existimos



Aldo Pellegrini

de Distribución del silencio (1966)

3 de agosto de 2017

Despertar, Aldo Pellegrini

Despertar

De par en par
abre su desnudez la maravillosa náusea
es el día que comienza, el día de los portadores de dudas
el alba ya vencida se mezcla al rumor hostil de la calle
¿Dónde termina el espacio, dónde
esconde sus fórmulas el matemático amortajado?
ayudadme a borrar las horrorosas cifras indelebles
la sucesión de días y noches
sin término
antes que los mastines destrocen la ilusión
de una noche perfecta
la náusea cubre su desnudez
las vociferaciones de los que pasan han ahuyentado el alba
es el día
de los portadores de dudas.

Aldo Pellegrini

De El muro secreto (1959)

2 de agosto de 2017

Pequeño esfuerzo de justificación colectiva, Aldo Pellegrini

Pequeño esfuerzo de justificación colectiva (*)

Aldo Pellegrini

Justificación de esta revista: Buscar en la expresión la evidencia de nuestra propia y oculta estructura (palabra, espejo del hombre) y quizás también algo como una necesidad irresistible de pensar en voz alta.
Justificación de nosotros: Seres atraídos hacia sí mismos por una extraordinaria fuerza centrípeta.
Definidos exteriormente como inestables (igual y alternativa repulsión por el movimiento y por la inmovilidad, por la acción y por la inacción) nosotros hemos acudido a la única manera de existir en densidad (es decir sin disolvernos) que es la introspección. Este vocablo no lo entendemos como planteamiento de problemas estériles, sino como una manera de dejarse poseer por uno mismo, estando lo consciente puramente dedicado a revelar por el signo de cada palabra una profunda realidad constitutiva.

En esta actitud se distinguen dos partes:

1º placer de una ilimitada libertad expansiva.

2º posibilidad de conocernos (especie de método psicoanalítico, pero en el cual no partimos de ningún prejuicio sobre nuestra propia estructura).

De lo ya dicho se desprende que nosotros contemplamos la vida (esos mil choques de la realidad exterior) con el mismo desasimiento que observamos para el resto del mundo. Sin embargo guardamos para ella como para éste una consideración cortés como a posibles signos que en circunstancias imprevistas pudieran servir para explicarnos. 
Si desvalorizamos la vida es por la evidencia de un destino. Vomitamos inconteniblemente sobre todas las formas de resignación de ese destino (cualidad máxima del espíritu burgués) y miramos con simpatía todos esos aspectos de una liberación voluntaria o involuntaria: enfermedad, locura, suicidio, crimen, revolución. Pero esto no pasa de ser una posición moral. En realidad, estamos decididos a no intentar nada fundamental fuera de nosotros. 
Cada uno busca en sí mismo. Esta vereda de orientación es casi lo único que nos reúne y quizás un poco de simpatía (ese deseo de ser más que un individuo, deseo de ser muchos). 
Justificación de nuestra expresión: Toda palabra está en el corazón mismo de los problemas del ser. Es decir, que para un hombre determinado, su misterio toma la forma de sus palabras (en un sentido más amplio: toma la forma de sus signos). 
Justificación del nombre de la revista: interrogación primera y máxima, desnuda de todos los ornamentos ortográficos, reducida a su pura esencia verbal.




(*) Publicado, sin firma, en la revista «Qué» nº 1, Buenos Aires, noviembre de 1928.

1 de agosto de 2017

En voz baja, Aldo Pellegrini

En voz baja

En voz muy baja
para poder atravesar la fragilidad de tu sueño
te haré la revelación de las formas
te contaré la belleza
de lo que nunca se vive
las maravillas que nacen imprevistas de la intensidad
del ardor
te enseñaré a caminar con firmeza en la oscuridad
a iluminar la noche con los deseos
a investigar el secreto inmortal
las aventuras galantes alineadas por orden
cronológico
de la vigilia
las borrará el sueño que busca la mujer que todos
rechazan
la mujer que enciende su espíritu caída en las
maravillas del amor
Yo
despierto
predico la absurda técnica de la irresolución
inmóvil
en voz muy baja
te revelo
que el mundo es una graciosa mentira inventada por el
    buen humor de los mártires.

Aldo Pellegrini

De El muro secreto (1949)

31 de julio de 2017

Privilegio, Alejandra Pizarnik

PRIVILEGIO

I
Ya he perdido el nombre que me llamaba,
su rostro rueda por mí
como el sonido del agua en la noche,
del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria.

II
El más hermoso
en la noche de los que se van,
oh deseado,
es sin fin tu no volver,
sombra tú hasta el día de los días

Alejandra Pizarnik
De Extracción de la piedra locura


(1968)

30 de julio de 2017

Cold im hand blues, Alejandra Pizarnik

COLD IN HAND BLUES

y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y porqué
tengo miedo

Alejandra Pizarnik
De El infierno musical (1971)

29 de julio de 2017

Caer, Alejandra Pizarnik

CAER

Nunca de nuevo la esperanza
en un ir y venir
de nombres, de figuras.
Alguien soñó muy mal,
alguien consumió por error
las distancias olvidadas

Alejandra Pizarnik

De Los trabajos y las noches (1965)

28 de julio de 2017

Piedra fundamental, Alejandra Pizarnik

PIEDRA FUNDAMENTAL

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.
Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.
Un canto que atravieso como un túnel.
Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.
Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa entro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.
En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.
No puedo hablar para nada decir, Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.
¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.
Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, Ilota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados? 
Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme.
Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y e distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)
Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas.
(Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)
(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)
Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).
Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.
No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.
Cuando el baco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.
Hay un jardín.

Alejandra Pizarnik
De El infierno musical (1971)

27 de julio de 2017

Cantora Nocturna, Alejandra Pizarnik

Cantora Nocturna

                                                         Joe, macht die musik von damals nacht....



La que murió de su vestido azul está cantando. Canta
imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción
hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde
tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta
a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que
es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde
en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia
que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. ella canta.




a Olga Orozco


Alejandra Pizarnik
De Extracción de la piedra locura

(1968)

26 de julio de 2017

Tiempo, Alejandra Pizarnik


Tiempo

A Olga Orozco

Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.

Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.

Alejandra Pizarnik

De Las aventuras perdidas (1958)



José Luis Colombini leyendo Tiempo de Alejandra Pizarnik 
Videopoético del Café Literario del Jueves 30 de Septiembre de 2010, en La Vieja Esquina, Avda San Martín y Edison, Villa Dolores, Capital de la Poesía, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Cuyo tema fue El perfume,. Coordino la velada José Luis Colombini.

25 de julio de 2017

Linterna sorda, Alejandra Pizarnik

Linterna sorda

Los ausentes soplan y la noche es densa. La noche tiene el color de los
párpados del muerto.
Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por
palabra yo escribo la noche.


Alejandra Pizarnik
De Extracción de la piedra locura


(1968)

24 de julio de 2017

De pronto, Gianni Siccardi

De pronto, Gianni Siccardi

De pronto
el tiempo se detiene
y en ese instante de eternidad
es un mirlo

Gianni Siccardi
de El mirlo (2004)

23 de julio de 2017

Cuando dos mirlos, Gianni Siccardi

Cuando dos mirlos... Gianni Siccardi

Cuando dos mirlos vuelan juntos muy alto
son un mirlo

Gianni Siccardi 

de El mirlo (2004)

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