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17 de marzo de 2016

Sobre El lobo estepario (1° Parte ), Hermann Hesse

«Der Steppenwolf»
(«»)  El Lobo estepario 

 ¿Es preciso decir que «Der Steppenwolf» es una novela que en cuanto a audacia experimental puede igualarse al «Ulysses» y los «Faux Monnayeurs»?
 Thomas Mann

 Hemos aullado con los lobos, que deberíamos haber despedazado. Nos hubiese ido mejor a todos, si hubiésemos aullado con el Lobo estepario.
 Rudolf Hagelstange

Epílogo a la edición suiza de «Der Steppenwolf»
(1941)

 Las obras literarias pueden sufrir muy diversos malentendidos e interpretaciones erróneas. En la mayoría de los casos, el autor de una obra no es la instancia a la que corresponde decidir dónde acaba en los lectores la comprensión y empieza la incomprensión. Hay autores que se han encontrado con lectores para los que su obra era más transparente que para ellos mismos. Además, también los malentendidos pueden ser fructíferos en algunos casos.
 Creo que el «Steppenwolf» es el libro mío que más a menudo y con más vehemencia ha sido mal interpretado y muchas veces han sido precisamente los lectores partidarios del libro, e incluso los que estaban entusiasmados con él, y no los adversarios, los que han hablado de la novela de una manera para mí extraña. En parte, pero solamente en parte, la frecuencia de estos casos se debe a que este libro está escrito por un hombre de cincuenta años y que tratando precisamente de los problemas de esa edad, ha caído muy a menudo en manos de lectores muy jóvenes.
 Pero también entre los lectores de mi edad, me he encontrado a menudo con algunos a los que había impresionado mi libro, pero que curiosamente sólo captaban la mitad de su contenido. Creo que estos lectores se han encontrado a sí mismos en el « Steppenwolf», se han identificado con él, han sufrido y soñado con él sus penas y sus sueños, y han olvidado por completo que el libro sabe y habla de otras cosas que de Harry Haller y sus dificultades; que por encima del «Steppenwolf» y su vida problemática, se alza un segundo mundo, más alto, eterno, y que el «Traktat» y todos aquellos pasajes del libro que tratan del espíritu, del arte y de los «Inmortales», oponen al mundo de sufrimiento del «Steppenwolf» un mundo de fe positivo, alegre, suprapersonal y supratemporal; que el libro habla de sufrimiento y penas pero que no es en absoluto el libro de un desesperado, sino de un creyente.
 Yo desde luego no quiero ni puedo prescribir a los lectores cómo deben entender mi historia. Que cada uno haga con ella lo que le parezca conveniente y le resulte útil. Pero me gustaría, que muchos se diesen cuenta de que la historia del «Steppenwolf» relata una enfermedad y una crisis, pero no una enfermedad que conduce a la muerte, no un desastre, sino lo contrario: una curación.

De la «Neue Rundschau»
(1926)
«Der Steppemoolf»
Fragmento de un diario en versos

DESALIENTO

 ¡Si hubiese seguido siendo aquel solitario y asceta
 En lugar de sumergirme en este mundo colorido,
 Enamorarme de nuevo ardientemente,
 Consumirme de nuevo en llamas!
 Ahora, viejo, comprendo entristecido
 Que este hacer es ridículo y vano,
 Que he empezado demasiado tarde,
 ¡Ni siquiera sé bailar bien el «onestep»!
 Pero ya que he empezado
 A hundirme en el fango caliente,
 Esta vida me tiene enredado por completo,
 Ya no se puede contener ni aplacar.
 Bailo, sigo bailando, caigo y me hundo,
 Entregado al juego, a la bebida y al placer,
 Cada día me pierdo y me ahogo más
 En este agradable desenfreno.

VELADA MALOGRADA

 Me habían invitado aquella noche
 Pero no estaba animado,
 Tenía resaca y dolor de cabeza
 esos dolores en las pantorrillas que
 Nada bueno pueden significar.
 luego aquella gente había colgado
 Unos cuadros tan estúpidos en su casa,
 Una cabeza de Goethe y otros objetos de arte,
 Al final alguien tocó el piano,
 Con mano enérgica pero ignorante,
 Y en fin, de pronto no pude aguantar más
 En aquella casa, por desgracia tan respetable.
 Le dije cualquier impertinencia a la anfitriona,
 Y como un maleducado me fui corriendo después de la cena,
 Dijeron que lo sentían,
 Pero se veía que era mentira.
 Me fui triste de allí,
 A comprar en algún sitio una muchachita
 Que no tocase el piano y no se interesase por el arte,
 Pero no encontré ninguna y empecé a beber de nuevo
 Aunque hacía un rato había presumido
 De que lo iba a dejar para siempre.

 Decidme ¿estáis todos tan terriblemente solos,
 O soy el único que tiene que estar
 Tan solo, furioso y triste en este hermoso mundo?
 ¿Por qué os invitáis los unos a los otros?
 ¿Por qué colgáis esas bobadas en vuestras paredes?
 ¿Por qué no ponéis un fin rápido y digno
 A esta vida de perros
 Que a nadie puede satisfacer,
 En lugar de tocar el piano y hablar de Thomas Mann?
 No puedo comprenderlo,
 Tanto coñac no es sano,
 Se arruina uno la salud,
 Pero ¿no es más noble sucumbir?

NOCHE ALEGRE

 Es terrible no poder dormir cuando se está afligido
 Y todas las alas cuelgan tristes.
 Es hermoso no poder dormir cuando uno está enamorado
 Y empujan todas las fuentes del deseo.
 Por la noche en el bar, desilusionado y solo, quise irme,
 Pagué mi whisky y me fui cansino y triste de allí,
 Pero en la escalera me detuve fascinado,
 Dispuesto a volver a empezar la noche.

 Vinieron Gisela y Emmy, y en ese momento
 Los músicos iniciaron arriba el más divino «onestep».
 ¡Oh, qué jubilosos y rápidos fluían los alados compases!
 Todos volvimos a inflamarnos, bailamos enloquecidos y en llamas.

 Ahora amanece y estoy tumbado en la cama,
 Floreciente todavía el perfume de Gisela en todos los sentidos,
 Canturreo el «Shimmy», pienso en Emmy, y no me importaría
 Volver a empezar esa noche.

TRAS LA NOCHE EN «EL CIERVO»

 Dormitábamos en el bar, ligeramente borrachos,
 Mi mejilla apoyada, contra tu cuello blanco,
 Tu abrigo de piel tenía un olor delicado y denso tu pelo negro,
 De pronto tuve miedo de tu juventud.
 ¿Qué quiero aquí en estos hermosos brazos,
 Junto a este pecho, sobre estas rodillas jóvenes,
 Yo, el viejo al que nunca sonrió la suerte?
 Tú eres demasiado joven para mí, demasiado hermosa,
 demasiado cálida.
 ¿Qué busco aquí junto a estas mesas de mármol,
 Donde corre el jerez y hay cubiletes de dados?
 Quiero irme con el genio del agua y los peces,
 A casa, a la miseria de siempre.
 Lárgate, payaso, de este círculo alegre,
 Donde florece la frivolidad y ríe la belleza,
 Toma tu sombrero, hace rato que sonaron las campanas
 de medianoche,
 Corre a casa, viejo loco y húndete!
 Entonces me puse en pie, ellos no se dieron cuenta,
 Fuera en el canal flotaban las estrellas.
 Delante de mi casa había un perro extraño,
 Me olió y huyó del desconocido,
 Subí las escaleras, cada zapato pesaba cincuenta kilos.
 En el espejo vi mis párpados enrojecidos,
 Y el pelo gris, marchito y arruinado.
 ¡Ojalá me hubiese mordido y devorado el extraño perro!
 Voy cuesta abajo, la juventud no volverá.



FIESTA DEL SÁBADO POR LA NOCHE

 Hoy estuvo la hermosa milanesa,
 Bailamos poco, estuvimos mucho rato sentados hablando,
 A las cinco llegué a casa,
 En el cielo se veía que el día ya estaba cerca.
 Querida, no debes reñirme ni reírte,
 La milanesa parecía un sueño,
 Sus ojos y su boca tienen un trazo tan claro,
 Durante dos horas estuve enamorado de ella,
 Y no le pedí más
 De lo que cada mujer entrega voluntariamente a cualquier hombre.
 Ahora vuelvo la mirada a la noche de fiesta,
 Que me trajo algo así como felicidad,
 Y sueño con tu pelo negro,
¡Alma querida, si estuvieses aquí!
 Mi deseo sólo está dirigido a ti,
 Nunca iré a Milán,
 Aunque lo prometí sin pensarlo mucho,
 La mañana del domingo se asoma a mi habitación,
 Sólo he dormido un instante y en sueños vi
 Fundirse a la milanesa contigo.
 Mujer y serpiente debajo del árbol de la vida,
 Abrazándome con la fuerza y el ardor
 Que sentía antaño en mis sueños de juventud,
 Que ninguna realidad desilusiona ni enfría.
 El paraíso estaba en llamas
 Y vosotras dos apretabais mi corazón
 Con tan dulce y mortal amor
 Que me consumí en el dolor de un placer frenético.
 ¿Dónde fue a parar?
 Estoy tumbado, desde hace horas esperando el sueño,
 Cansado, cansado, pero un poco contento todavía.
 Lo sé, no seguirá así mucho tiempo.

CADA NOCHE

 Cada noche la misma calamidad,
 Primero bailo, río y bebo,
 Luego llego cansado a mi habitación
 Y me dejo caer en la cama fresca.
 Breve sueño y larga vigilia,
 Escribo versos sobre el papel,
 ¡Dios mío, es para reírse!
 Tumbado entre ruinas de sueño,
 Deseo el fin de este tormento,
 En almohadas deshechas hundo
 Mis mejillas ardientes, mis manos húmedas,
 Dejo correr el whisky por la garganta,
 Y en los abismos perdidos
 Llora el alma ahogada.
 De algún lugar infernal
 Viene despacio la mañana,
 Y el día con terribles
 Ojos se queda mirando mis pecados.

DE NOCHE TAN TARDE

 Volver a casa tan tarde por la noche,
 Enamorado, desdeñado, sin un beso reconfortante,
 contemplar los pálidos campos celestes,
Donde Orion avanza triste hacia la tierra!
 luego en casa, acogido por la luz y la cama,
Tumbarse solitario y defraudado,
 Agitado por pesados deseos,
 Desear en vano el sueño, el consuelo,
 Abrumado por una vida malgastada,
 Cavar en los túneles del recuerdo
 Y saber que sólo nos queda un consuelo
 Poder morir después de tener que vivir!

LOBO ESTEPARIO

 Yo, el lobo estepario, camino y camino,
 El mundo está cubierto de nieve,
 En el abedul aletea el cuervo,
 Pero no veo por ninguna parte un conejo o un ciervo.
 Estoy tan enamorado de los ciervos,
 ¡Si encontrase uno!
 Lo cogería con los dientes, con las manos,
 No hay nada más hermoso.
 Sería tan bueno con ese ser encantador,
 Le daría un mordisco profundo en sus ancas,
 Me llenaría de su sangre roja,
 Para luego aullar toda la noche.
 Hasta con un conejo me contentaría,
 Dulce sabe su carne caliente en la noche,
 ¿Es que se ha alejado de mí
 Todo lo que alegra un poco la vida?
 En mi rabo el pelo ya está gris,
 Tampoco puedo ver ya claramente,
 Ya hace años murió mi querida esposa.
 Y ahora camino y sueño con ciervos,
 Camino y sueño con conejos,
 Oigo al viento soplar en la noche de invierno,
 Refresco mi garganta ardiente con la nieve,
 Llevo al diablo mi pobre alma.

«LA FLAUTA MÁGICA» EN UN DOMINGO POR LA TARDE

 Hoy cometí un error.
 Siguiendo un deseo ingenuo
 Fui a ver «La Flauta Mágica».
 En la noche del teatro
 Estuve escuchando emocionado los tonos demasiado queridos,
 Las lágrimas corrían ardientes por mis mejillas,
 Llena de encanto me saludó la bella inmortal,
 Que una vez fue mi cobijo y ahora me era extraña.
 ¡Oh, cómo cantaban aquellos ángeles!
 ¡Cuan delicadamente sonaba la flauta de Tamino!
 Todas las emociones del arte que me han hecho feliz alguna vez,
 Atravesaron de nuevo mi corazón asustado,
 Se encresparon y se convirtieron en dolor furioso.
 A mi alrededor, en la nube de hedores y crujido de programas,
 Los satisfechos burgueses domingueros
 Aplaudieron la obra y se fueron a casa.
 Pero yo, que no conozco ni patria ni descanso,
 Que sólo he sabido recoger siempre las espinas,
 Camino errante por la noche clavándome .
 Profundamente todas las lanzas del deseo en el pecho,
 Echo a correr, para pegarme un tiro cuanto antes,
 Pero como diletante que soy de nacimiento
 Terminaré más tarde, cuando haya caminado hasta el
 sudor y el agotamiento
 En alguna parte donde corra el vino y el coñac.

ANTE EL ESPEJO

 Tantos años he vivido lejos del mundo,
 Extraño en este mercado de mujeres y placeres,
 Salvaje, descuidado, independiente,
 Hermano de los árboles, amigo de los lagos y ríos.
 Ahora aprendo a malgastar las tardes
 Cuidando el peinado, la corbata, la camisa y la piel.
 A salir en «smoking» y zapato de charol,
 Aprendo a pasar junto al botones hacia la música de baile.
 En el espejo veo sonreír mi cara,
 Un poco cansada, un poco más gris, más pálida,
 Un poco más depravada también y con más arrugas,
 En otro tiempo la mirada era clara, la frente luminosa,
 Mejillas y labios más risueños y suaves,
 Entonces no necesitaba polvos ni pomada.
 ¡Ahora viejecito, peínate con primor la raya,
 Afeítate bien y ponte la camisa de gala!
 Seguramente todo tu esfuerzo será inútil,
 Seguirás siendo un extraño en este mundo.
 Y un día te reclamarán el bosque,
 El arroyo, la lluvia, las estrellas, las montañas, los lagos,
 recorras lejos de ti las bonitas baratijas
 recorrerás otra vez los viejos caminos,
 Podrás caminar de nuevo, vagar, mirar,
 Beber hasta el fondo el cáliz de la soledad
 morir sin ser visto en el desierto.

FIEBRE

 Fui en tren a ver a mi amada,
 Volví por la noche, aterido bajo la lluvia y el granizo,
 Me metí en seguida en la cama con fiebre,
 Pues la fidelidad no es una ilusión vana.
 Ahora he cogido una buena gripe,
 Sueño cosas horribles, inimaginables,
 A veces cuando triunfa la razón,
 Me preparo un ponche.
 Mañana por la mañana me daré un baño caliente
 De unos sesenta grados,
 Pero si ya no tengo remedio,
 Tendré que morirme,
 Pero antes quisiera escribir,
 Lo que aún creo que tengo que decir,
 Y no me importa si alegra o interesa todavía
 A mis amigos o enemigos.

 A mi amada le beso
 Los ojos, la boca, el cuello, las rodillas, los pies,
 La he querido más de lo que ella imagina
 Y me hizo sufrir más
 De lo que jamás había sufrido en este mundo.
 Sus bellos dedos, su pie, su grácil andar
 Merecen devoción, gratitud y elogio.

 Amigos míos, queridos compañeros,
 Estáis invitados a una copa de despedida,
 Os invito a una ronda de cien botellas de vino de Borgoña.
 Hablad de mí como queráis,
 Pero hacedlo con vino, con la risa en los labios!
 Os doy las gracias en esta hora de angustia;
 De todo lo que me dieron los seres humanos,
 Lo mejor fue vuestra amistad,
 Una y otra vez perseguí el amor,
 Una y otra vez leí agradecido en vuestros ojos,
 Que para mí también florece la flor de la vida,
 Que para mí también arde la llamita del amor.

 ¡Ay, vientos, montañas, mundo multicolor de imágenes,
 Dejad que os abrace y estreche una vez más,
 Lagos azules, nubes espumosas que me fascinaron
 Y alegraron tantos días de verano!
 ¡También de ti me despido y te doy las gracias,
 Dulce música, juego divino,
 Bosque de tonos, arabescos de melodías
 ¡A ninguna otra diosa debo
 Tantas alegrías reconfortantes, dolorosas, profundas!
 Pero más que todas vosotras, queridas espumas,
 La oscura hermana silenciosa,
 Es más entrañable para mí que el amor, más querida
 que todos los sueños,
 Sé bienvenida muerte, deseada profundamente.
 Corro hacia ti, a través del dolor y la fiebre;
 Mi corazón te desea hace tiempo
 Ante ti me consumo en amor risueño:
 ¡Tómame! ¡Apágame! He vivido bastante.



LIBERTINO

 Roja florece la flor del placer,
 Rosa sonríe el capullo sobre tu pecho,
 Se estremece trémulo bajo mi lengua.
 Antes era un niño que
 Aprendía griego e iba a la confirmación,
 El hijo prometedor de un padre piadoso.
 Pero poco he cumplido
 De lo que entonces prometí,
 Salí de vuestro jardín y
 Vago errante por el desierto,
 Perseguido y atormentado por aquella imagen de la juventud,
 Que trato de borrar y asesinar lentamente.
 Quizás la asesine, muchacha, en tu corazón,
 Quizás, antes de que se apague esta hora de placer
 Apriete las manos alrededor de tu garganta palpitante.
 ¡Oh, qué oscura florece la sonrisa de tus labios!
 ¡Bésame! ¡Muérdeme! Y quizás dentro de una hora
 Todo haya pasado y concluido:
 Extinguida la imagen, vuelta la página molesta.
 Sangre florece en la cama y la policía busca al autor.

 Roja florece la flor en tu pecho!
 Amar a personas como tú no es bueno.
 Que tú me hayas tenido que amar,
 Lo pagamos nosotros, pequeño tormento,
 Lo pagamos nosotros dos
 Con nuestra sangre.




PRESAGIOS

 A veces siento haber comenzado
 Esta vida de lobo estepario demasiado tarde.
 Si me hubiese dedicado a ella más joven,
 Hubiese sido una fuente de muchos placeres.
 A veces presiento detrás de toda esta confusión,
 Detrás de las máscaras que aún tienen que caer,
 Un placer de libertad sin límites,
 El saludo lejano de un futuro refrescante:
 Me veo atravesar con una risa la pared
 Que me separa del espacio estrellado,
 Y pasar a donde están los grandes
 Pecadores, cuyos hechos no nombra ya ninguna palabra,
 Me veo clavado por el pueblo a la cruz,
 Coronado de espinas sobresalir entre la masa desconocida,
 Veo acercarse el sol y las estrellas,
 Me siento transportado al espacio.

 Pero esos espacios estrellados helados,
 Esos escalofríos del infinito,
 Son por desgracia sólo sueños queridos!
 Nunca me he liberado de verdad,
 Nunca he abandonado en serio a los
 Habitantes de estas tristes callejuelas,
 Sólo he probado la bebida de los dioses!
 Por eso me encuentro tañías veces sumido en el espeso polvo,
 Arrodillado y desgarrado por el dolor,
 Ocupo el banquillo de los pobres pecadores,
 Escucho aterrado mi conciencia,
 En cuya voz ya no creo.



POETA BORRACHO

 Quisiera ser católico,
 Para que el Redentor hubiese muerto por mí,
 Mi vida está completamente arruinada,
 Lo noto en los ojos y en la nuca.
 La muerte está instalada en mi corazón
 Como un fantasma en una casa abandonada,
 Despacio apaga las luces,
 Una tras otra, todas las velas vacilantes:
 Vela del amor, lucecita de la infancia,
 Llama de la poesía, del hada maravillosa,
 Antorcha del placer y de la ceguera dichosa
 ¡Ay, que tenga que veros vacilar y apagaros todas!

 Pronto cuando esté otra vez borracho,
 Llegará un automóvil a toda velocidad,
 Dentro irá algún rico panadero,
 Me conducirá con mano segura a la muerte.
 Ojalá se parta él también la cabeza,
 Ese católico feliz,
 Dueño de casa, fábrica y jardín,
 Al que esperan dos hijos y una esposa,
 Y que hubiese ganado aún más dinero
 y hubiese engendrado más hijos
 Si un poeta borracho
 No se hubiese cruzado delante de los faros de su coche.
 Ante la muerte hasta el panadero se inclina.

 Pero por él murió el Redentor en la cruz,
 Yo, en cambio, no significo nada...




AL POETA INDIO BHARTRIHARI

 Como tú, antepasado y hermano, voy yo también
 Por la vida zigzagueando entre el instinto y el espíritu,
 Hoy sabio, mañana necio, hoy entregado con fervor
 A Dios, mañana febrilmente a la carne.
 Con ambos flagelos del penitente me azoto los costados
 Hasta sangrar: lujuria y penitencia:
 Monje o libertino, pensador o animal,
 La culpa existencial en mí clama perdón.
 En ambos caminos tengo que pecar,
 En ambos fuegos destruirme ardiendo.
 Los que ayer me veneraron como a un santo,
 Me ven hoy convertido en un libertino.
 Los que ayer estaban conmigo en las alcantarillas,
 Me ven hoy ayunar y rezar,
 Y todos escupen y huyen de mí,
Amante infiel, indigno,
 Trenzo también la flor del desprecio
 Entre las rosas sangrientas de mi corona de espinas.
 Hipócrita, camino por el mundo de la apariencia,
 Odioso para mí como para vosotros,
 un espanto para cualquier niño,
 Y sin embargo, yo sé que todos los actos, los vuestros y los míos,
 Pesan menos ante Dios que el polvo en el viento,
 Y sin embargo, yo sé que en esta senda pecadora sin gloria
 Me llega el aliento divino, debo soportarlo,
 Debo seguir, endeudarme aún más profundamente
 En el delirio del placer, fascinado por la maldad.
 No sé cuál es el sentido de esta vida,
 Con las manos manchadas, depravadas,
 Me quito el polvo y la sangre del rostro
 Y sólo sé que tengo que llegar al final de este camino.



AL FINAL

 De repente se extingue la trémula luz,
 Que me atraía con tantos placeres,
 En los dedos rígidos chilla la gota,
 De repente me encuentro de nuevo en el desierto,
 Lobo estepario, y escupo sobre los añicos
 De las fiestas apagadas sin felicidad,
 Hago mi maleta, vuelvo
 A la estepa, porque tengo que morir.
 Adiós, alegre mundo de imágenes,
 Bailes de máscaras, mujeres demasiado dulces;
 Detrás del telón que cae ahora con estrépito,
 Sé esperar el conocido horror.
 Despacio voy hacia el enemigo,
 El peligro me estrecha más y más.
 El corazón, asustado, con fuertes latidos,
 Espera, espera, espera la muerte.

 En 1928 H. H. publicó en una edición pequeña y única estos poemas junto a otros 29: el título del libro: «Krisis, ein Stück Tagebuch von Hermann Hesse» («Crisis, un trozo de diario de Hermann Hesse»), Presentamos a continuación otros dos poemas y un pasaje del epílogo.

HERMANN EL BORRACHO DIJO A JUAN BAUTISTA

 Todo me parece bien,
 ¡Déjanos seguir caminando!
 Las cosas han seguido su curso,
 Nada se puede cambiar ya.
 Mira, soy una casa vacía,
 Abiertas la puerta y las ventanas,
 Los espíritus entran y salen dando traspiés,
 Todos están borrachos.
Tú, en cambio, tienes aún dinero.
 Paga una copa,
 El mundo está lleno de alegrías, es una pena que huelan mal.

 Otros poetas beben también,
 Pero escriben sobrios,
 Yo suelo hacerlo al revés,
 Sobrio soy tímido.
 Pero llegando la décima copa
 Se esfuma la lógica,
 Entonces me divierte hacer poesías.
 Sin sonrojarme,
 Elogio el tiempo que nos toca vivir,
 Alabo sin reservas,
 Un especialista de la afirmación,
 Como quieren los burgueses.

 El que conozca los placeres de la vida,
 Puede relamerse
 Además tenemos derecho
 A reventar mañana.



ESQUIZOFRÉNICO

 Se acabó la canción,
 Haga el favor de volverse,
 Aflójese el cinturón
 Como si estuviese en su casa!
 Deje a un lado su estimable personalidad
 Y elija como traje de noche
 Cualquier encarnación,
 Don Juan o el Hijo Pródigo,
 O la Gran Prostituta de Babilonia,
 Sólo es para un mejor engaño,
 El vestuario está a su completa disposición.

 ¿Conoció quizás a mis padres?
 Formaban parte de los silenciosos del país,
 Pero también ellos estaban perseguidos por el pecado original,
 Si no no me hubiesen puesto en el mundo,
 Claro que esto carece aquí de importancia,
 Para la procreación me sirvo del bulbo,
 Es la máxima dicha de la tierra,
 Y también puede accionarse eléctricamente.
 Así que permita que nos fecundemos amablemente,
 Como debe ser entre padre e hijo:
 Usted podría ocuparse del gramófono
 Mientras yo pago en la sala de Juntas
 Los impuestos oficiales de fecundación.


Hermann Hesse 


16 de marzo de 2016

Siddhartha, Hermann Hesse

«Siddhartha»

 Este libro extraordinario es, por el gran mensaje que encierra, mi libro favorito.
 Henry Miller

 Tras las sombrías melancolías, los purpúreos desgarramientos del libro «Klingsor», la inquietud logra una especie de descanso: parece haberse alcanzado una etapa desde la que se ofrece una visión lejana del mundo. Pero se presiente que todavía no es la última.
 Stefan Zweig
 Comencé «Siddhartha» en invierno de 1919; entre la primera y la segunda parte hubo un intervalo de casi año y medio. Hice entonces la experiencia —naturalmente no por primera vez, pero con más dureza— de que es absurdo querer escribir sobre algo que uno no ha vivido, y en aquella larga pausa, cuando había desistido ya de escribir «Siddhartha», tuve que recuperar un trozo de vida ascética y meditativa antes de que el mundo del espíritu indio, sagrado y afín desde mi adolescencia, pudiese ser de nuevo una patria real. Que no me quedase en ese mundo, como un converso en la religión elegida, que abandonase una y otra vez ese mundo, que a «Siddhartha» siguiese «Steppenwolf», es algo que a menudo me reprochan con pesar los lectores que aman «Siddhartha», pero no han leído a fondo «Steppenwolf». No tengo nada que decir, respondo tanto del «Steppenwolf» como de «Siddhartha»; ini vida y mi obra constituyen para mí una unidad natural, que me parece innecesario demostrar o defender. (Del epílogo a «Weg nach Innen» («Camino hacia el interior»).)

De un diario
(1920)

 Desde hace varios meses mi poema indio, mi halcón, mi girasol, el héroe Siddhartha está detenido en un capítulo malogrado. Recuerdo perfectamente el día en que vi que no podía seguir, que tenía que esperar, qur debía surgir algo nuevo. Empezó tan bien, crecía tan derecho, y de repente se acabó. Los críticos y biógrafos hablan en estos casos de una disminución de fuerzas, de la paralización de la mano, de una disipación por causas externas —¡Léase cualquier biografía sobre Goethe con sus torpes comentarios!
 Mi caso es simple y tiene explicación. Todo iba espléndidamente en mi obra india mientras escribía sobre lo que yo había vivido: el estado de ánimo del joven «brahmán» que busca la sabiduría, que se mortifica y disciplina, que ha aprendido la humildad y que ahora la descubre como obstáculo en su camino hacia el Bien supremo. Cuando acabé con «Siddhartha», el paciente y asceta, con «Siddhartha», el luchador y sufriente, y quise escribir sobre Siddhartha el vencedor, el afirmador, el dominador, no pude. Sin embargo, un día volveré a él, el día de días, tarde o temprano, y será por fin un vencedor.
 Creo que tiene Usted toda la razón en sus objeciones contra la evolución de «Siddhartha», si ve en mi historia algo paradigmático y pedagógico, una especie de guía de la sabiduría y la vida ejemplar. Pero esa no es mi historia. Si hubiese querido describir a un Siddhartha que alcanza el nirvana o la perfección, hubiese tenido que imaginarme algo que sólo conozco a través de los libros o de mis intuiciones, pero no por mi propia experiencia. Pero no quería ni podía; yo sólo pretendía describir en mi leyenda india las evoluciones y situaciones que conocía y había vivido realmente. No soy ni un líder, ni un maestro, sino un ser que da testimonio, que se afana y busca, que no tiene otra cosa que dar, que el testimonio más auténtico de lo que ha sucedido y ha adquirido importancia para él en su vida. Cuando escribí «Siddhartha», en una época seria e intensa de mi vida, mi profundo deseo era que el pequeño libro fuese leído y juzgado también en la India. Han pasado treinta años antes de que se cumpliese mi deseo.
 (Carta, 1953)
 A los lectores persas de <Siddhartha>
(1958)

 Esta historia fue escrita hace casi cuarenta años (Fue escrita hacia 1921/1922). Es el testimonio de un hombre de origen y educación cristianos que abandonó pronto la Iglesia y se esforzó mucho en comprender otras religiones, especialmente las formas de fe indias y chinas. Yo traté de averiguar la relación que existe entre todas las religiones y todas las formas de fe humanas, lo que está por encima de todas las diferencias nacionales, lo que puede ser creído y venerado por cada raza y cada individuo.

15 de marzo de 2016

Rosshalde, Hermann Hesse

«Rosshalde»

 Esta novela me ha dado mucho trabajo y significa para mí una despedida al menos temporal, del problema más arduo que me ha ocupado. Pues el matrimonio desafortunado, del que trata el libro, no nace de una elección equivocada, sino, más profundamente, del problema del «matrimonio entre artistas», de la cuestión de si un artista o pensador, un ser que no quiere vivir la vida sólo instintivamente, sino que quiere sobre todo observarla y representarla con la máxima objetividad —si esa persona está capacitada para el matrimonio—. No conozco la respuesta, pero he tratado de puntualizar mi posición en el libro; en él se concluye un asunto, que yo espero solucionar de otra manera en la vida.
 (Carta, 1914)


 Pensaba encontrar una especie de «pastiche» refinado. Pero no fue así. El libro me gustó y salió airoso de la prueba; sólo hay algunas frases que hoy tacharía o cambiaría y, en cambio, hay muchas cosas que hoy ya no sería capaz de escribir. Con este libro alcancé el máximo nivel de oficio y técnica del que era capaz y, en este sentido, no he progresado más. A pesar de todo, fue positivo que la guerra me sacase violentamente de esa evolución y que, en lugar de dejar que me convirtiese en un maestro de buenas formas, me introdujese en una problemática ante la cual no podía mantenerse la pura estética.

Hermann Hesse

23 de noviembre de 2015

Sobre los poemas «Besinnung» («Reflexión») y «Stufen» («Etapas»), Hermann Hesse

  
Sobre los poemas «Besinnung»
(«Reflexión») y «Stufen»
(«Etapas»)

 En aquel poema («Besinnung») de diciembre de 1933, traté de esbozar con el mayor rigor posible, en principio para mí mismo, los fundamentos de mí fe. Al parecer, Usted ha tomado el poema menos al pie de la letra de lo que fue mi intención: en el poema califico al espíritu de «paterno», mientras que Usted leyó «materno».
 Supone correctamente que el poema se basa en un cambio, en una «reflexión» incipiente sobre mi origen, que es cristiano. La necesidad de formularla surgió del conflicto actual entre los puntos de vista «biocéntrico» y «logocéntrico», y yo quería declararme expresamente partidario del segundo.
 (Carta, 1935)

 Eche también una mirada al «Demian» y a la última poesía en «Baum des Lebens» («Árbol de la vida») (Insel-Bücherei). De estas dos confesiones que en parte parecen contradictorias, y a las que, por cierto, pertenece también «Siddhartha», puede Usted colegir aproximadamente mi idea sobre la vida. Reducirla a un sistema conceptual y dar a la vida un «sentido» dogmático objetivo, como Usted espera de mí, es algo que me impide mi sentido del arte. Entre los credos que ha formulado la humanidad admiro sobre todo el de los antiguos chinos y el de la Iglesia católica. En éstos el individuo, destinado a la personalidad, no encuentra solamente tranquilidad, pues su «sentido» no es la tranquilidad; su «sentido» requiere que tenga que crearse mucha intranquilidad.
 (Carta, 1934)

 Sobre «Stufen» habría que decir que es un poema que pertenece al «Glasperlenspiel», un libro que entre otras cosas trata de las religiones y filosofías de la India y de la China. Allí predomina la idea de una nueva vida para todos los seres, aunque no en el sentido de un más allá cristiano con paraíso, purgatorio e infierno. La idea me es completamente familiar, y lo es también para el autor imaginado de ese poema, Josef Knecht. En efecto, he pensado en una existencia o un principio después de la muerte, aunque no creo de una manera absoluta y material en la reencarnación. Las religiones y los mitos son como la poesía, el intento de la humanidad de expresar en imágenes esos misterios indescriptibles que vosotros tratáis inútilmente de traducir a un racionalismo plano.
 (Carta, 1957)

Hermann Hesse

22 de noviembre de 2015

«Das Glasperlenspiel» («El juego de abalorios»), Hermann Hesse


«Das Glasperlenspiel»
(«El juego de abalorios»)

 Esta obra pura y audaz, soñadora y al mismo tiempo altamente intelectual, rebosa tradición, fraternidad, recuerdos, intimidad, sin dejar de ser original. Eleva lo entrañable a un nuevo nivel espiritual, incluso revolucionario; no en un sentido directo político o social, sino en un sentido sentimental, poético: de una manera auténtica y fiel es profética y sensible al futuro.
 Thomas Mann

 Sobre la intención del «Glasperlenspiel» no te puedo decir más que lo que ya sabes por el prólogo; quizás añadiría que mi intención es simplemente escribir la historia de un maestro del «juego de abalorios» que se llama Knecht y vive más o menos en el tiempo en que acaba el prólogo. No sé más. La creación de una atmósfera purificada me fue necesaria; ésta vez no me trasladé al pasado o a un mundo intemporal fabuloso, construí la ficción de un futuro con fecha. La cultura material de ese tiempo será la misma que hoy, pero existirá una cultura espiritual en la que merecerá la pena vivir y a la que merecerá la pena servir —esa es la imagen ideal que quisiera pintar. Pero no hablemos más de ello para que no muera la idea germinal. No debería haber dicho nada sobre mi proyecto, pero no me arrepiento porque me interesaba que tuvieras una idea del tipo de vida que hago y de mis actividades y de la productividad latente o como quieras llamarlo. En una palabra: me avergüenzo en el fondo de mi larga improductividad y te quería demostrar que detrás había algo.
 (Carta, 1933)

 Desde que escribí el prólogo le he añadido algunos detalles, como la versión del lema en latín que, naturalmente, es una ficción. Encontré a la persona que me tradujo a un latín elegante y correcto el lema de un autor imaginario inventado por mí; es un compañero del colegio, y en 1890 éramos los dos los mejores latinistas de clase y nuestro latín tenía un nivel considerable. Hoy sólo él lo domina, yo he olvidado nueve décimas partes.
 (Carta, 1933)

 El «Regenmacher» («El fabricante de lluvia») apareció en el «Neue Rundschau» donde se publicará en diciembre otro pequeño fragmento del que, de momento, sólo están escritas dos pequeñas partes. El trabajo avanza esta vez muy despacio, con pausas de medio año y de un año. He realizado algunos estudios para alimentar mi proyecto que me ocupa y preocupa desde que terminé el «Morgenlandfahrt»; precisaba mucha lectura del siglo XVIII del que me gustó sobre todo el pietista suabio Oetinger, también estudios sobre música clásica, en los que me ayudó mi sobrino que es organista y conocedor y coleccionista de música antigua. Estuvo aquí unas semanas y durante ese tiempo tuve un pianito alquilado en casa que aparte de esto es una casa corriente y moliente.
 (Carta, 1934)

 Josef Knecht nace de la idea, no de la contemplación, es en gran parte abstracto, lo que poéticamente es una imposibilidad. Así que he tratado de añadir un poco de sangre a la abstracción. Si lo he logrado, también debería notarse en «Legende» («Leyenda»). En la medida en que la corriente circula entre ambos polos de manera abstracta y simbólica, podría llamarse al conjunto en lugar de abstracto, por ejemplo, paradigmático. Pero eso no es importante.
 (Carta, 1934)
 ¿Por qué no aparecen mujeres en el «Glasperlenspiel»?

 Esta pregunta me la han hecho a menudo en cartas y hasta ahora no he tenido ganas de contestarla. En general los lectores que hacen esta clase de preguntas no respetan la primera regla de juego de la lectura: leer y aceptar lo que está escrito y no medirlo por lo que uno ha pensado o esperado. El que ante un «croco» de la pradera se pregunta por qué no crece allí, en su lugar, una palmera, seguramente no es un gran amigo de las flores.
 Pero para todas las reglas existen casos en los que éstas ya no son válidas. Y así me sucedió que precisamente aquella pregunta entre curiosa y reprochadora acerca de la ausencia de mujeres en el «Glasperlenspiel», fue hecha por una lectora, cuya carta delataba por lo demás un fino olfato intelectual. En todo caso la tomé tan en serio, que me fue imposible eludir la pregunta. Le di una respuesta breve y como la pregunta se ha repetido más de una vez, cito aquí el pasaje de mi carta:
 Su pregunta no tiene casi respuesta. Yo podría naturalmente dar algunas razones, pero serían superficiales. Una obra no es solamente el fruto de la reflexión y de la voluntad, en muchos aspectos es el fruto de razones más profundas que el propio autor no ve, o a lo sumo, intuye. Yo le aconsejaría que lo interpretase así:
 El autor del «Glasperlenspiel» era un hombre maduro y al concluir el trabajo de muchos años, un hombre ya viejo. Cuanto más viejo se hace un autor, mayor es su necesidad de ser exacto y escrupuloso y de hablar solamente de cosas que realmente conoce. Las mujeres son una parte de la vida que se aleja y se vuelve misteriosa para el hombre que está envejeciendo y para el viejo, aunque antes la haya conocido bien, y de la que no pretende ni se atreve a saber nada verdadero. En cambio, los juegos de los hombres, en la medida en que son de tipo espiritual, los conoce perfectamente y le resultan familiares.
 Un lector con fantasía introducirá e imaginará en mi Castalia a todas las mujeres inteligentes y espiritualmente superiores desde Aspasia hasta hoy.
 (Carta, 1945)

 Sin duda ha encontrado Usted en mi libro cosas de las que yo mismo no sé nada. Por otro lado, y de acuerdo con su edad, no ha entendido seguramente otras, por ejemplo, el sacrificio final de Josef Knecht. A pesar de su enfermedad hubiera podido soslayar con inteligencia y astucia el salto al torrente. Sin embargo, da el salto, porque en él hay algo más fuerte que la inteligencia, porque no puede defraudar a ese muchacho tan difícil de conquistar, y deja atrás a Tito para el que la muerte de un hombre tan superior a él será toda la vida una advertencia y una guía y le enseñará más que todos los sermones de los sabios.
 Confío en que con el tiempo Usted también lo entienda.
 Pero, en definitiva, no es tan importante que llegue a entenderlo, quiero decir: comprender y aceptar con la razón la muerte de Knecht. Pues esta muerte ya ha hecho su efecto sobre Usted. Le ha dejado, como a Tito, un aguijón, un aviso que ya no puede olvidar, ha despertado o confirmado en Usted un deseo y una conciencia espiritual que seguirán actuando, aunque llegue el día en que olvide mi libro y su carta. Escuche sólo esa voz que ahora ya no habla desde un libro, sino desde su propio interior; ella le guiará.
 (Carta, 1947)
  La pregunta acerca de la naturaleza del «juego de abalorios», en qué medida existe, ha existido alguna vez o es utopía, en qué medida cree en él el autor, etc.. la encuentra Usted contestada con mucha precisión en el lema que precede al primer volumen.
 Como autor de la biografía de Josef Knecht y como inventor de Albertus Secundus, he contribuido un poco al «paululum appropinquant». Del mismo modo contribuyeron y contribuyen las personas que han penetrado en la esencia de la música y que han creado la ciencia musical de las últimas décadas, o aquellos filólogos que intentan medir las melodías de un estilo en prosa, y otros más. A estos defensores del «non ens», a aquellos que lo acercaron a la «facultas nascendi», perteneció también mi sobrino y amigo Cario Isenberg, el Ferromonte de mi libro. Cario era musicólogo, tocaba el cémbalo y el clavicordio y era organista, dirigía un coro y estudió en el Sur y Sudeste de Europa los restos de la música más antigua. Desapareció al final de la guerra y si vive aún, está prisionero en Rusia.
 Por lo que a mí se refiere, no he vivido en Castalia, soy ermitaño y no he pertenecido nunca a una comunidad, excepto a aquella de los viajeros a Oriente, un grupo de fieles cuya forma de existencia es muy parecida a la de Castalia. Pero desde hace doce años, desde que aquí y allá se conocieron partes de mi libro sobre Josef Knecht, me han alegrado a menudo los saludos, las llamadas y preguntas de personas que trabajan y piensan silenciosamente en alguna parte y para las que lo que yo he llamado «juego de abalorios» existía como para mí. Esas personas lo aceptan con su alma, lo han sabido e intuido mucho antes de que apareciese mi libro, lo han vivido como exigencia intelectual y moral y empiezan a descubrir su fuerza creadora de comunidad. Continúan lo que he esbozado en mi libro ¡paululum appropinquant. Y me parece que Usted también pertenece a ellos y que vive más cerca de Castalia de lo que creía.
 (Carta, 1947)

 En el «Glasperlenspiel» he descrito el mundo del espíritu humanista que respeta las religiones pero que vive fuera de ellas. Del mismo modo describí hace treinta años en «Siddhartha» al hijo del brahmán que busca, fuera de la tradición de su casta y religión, su propia forma de piedad o sabiduría.
 (Carta, 1949)
Su pregunta estética sobre Josef Knecht tendría que ponerme en un aprieto, pues no soy tan afortunado como Usted de dedicarme a estudios tan bonitos y castálicos. Desde su publicación hace siete años no he vuelto a leer el «Glasperlenspiel» porque cada día me trae más trabajo inmediato del que puedo realizar.
 No obstante le debo una contestación, porque entre las preguntas de mis lectores sobre Castalia y Knecht, que siempre se repiten y a menudo son de un nivel espantosamente bajo, la suya destaca por su agudeza y su bella precisión, tanto que por un momento se convirtió también para mí en una pregunta.
 A la hora de contestar tengo que fiarme de mi memoria, pero con la ayuda de mi mujer he estudiado los pasajes a los que alude y que en cierto modo cuestiona. Su opinión es que el biógrafo de Josef Knecht habría tratado de «dar a los lectores su descripción de la vida desde la perspectiva de Knecht, es decir, de narrar sólo aquello que tiene su origen en la esfera vivencial y perceptiva de Knecht». Y esa perspectiva Usted la encuentra rota en los pasajes que cita porque éstos aluden a hechos, palabras o pensamientos de otros, que Knecht no podía conocer.
 Es posible, desde luego que mi libro, escrito a lo largo de once años (¡y qué años!) tenga a pesar de toda la concentración y todo el esmero, semejantes errores de construcción. Pero la «perspectiva» según la que Usted considera escrito el libro no fue la mía. Más bien mi perspectiva cambió ligeramente varias veces durante los tres primeros años. En un principio me interesaba casi exclusivamente describir Castalia, el Estado de sabios, el convento ideal profano, una idea, o como piensan los críticos, una utopía, que existió y actuó, al menos desde la época de la academia platónica, uno de esos ideales que estuvieron presentes como modelos eficaces a lo largo de toda nuestra historia espiritual. Entonces comprendí que la realidad interna de Castalia sólo podía mostrarse de manera convincente a través de una persona dominante, de un personaje heroico y paciente, y así es como Knecht pasó a ocupar el centro del relato; ejemplar único y no tanto como castalio ideal y perfecto, pues de éstos existen algunos, sino porque a la larga Knecht no se contenta con Castalia y su perfección ajena al mundo.
 El biógrafo que imaginé era un alumno avanzado o auxiliar de Wladzell, que por amor a la figura del gran renegado se dispuso a escribir la novela de su vida para un círculo de amigos y admiradores de Knecht. El biógrafo dispone de todo lo que posee Castalia, la tradición oral y escrita, los archivos y naturalmente también la propia capacidad imaginativa e intuitiva. De estas fuentes bebe, y creo que no escribió nada que fuese imposible dentro de ese marco. La última parte de su biografía, cuyo entorno y cuyos detalles no son controlables desde Castalia, la titula expresamente la «leyenda» del desaparecido magister ludi, como pervive entre sus discípulos y en la tradición de Waldzell.
 Algunos personajes del libro han recibido su rostro individual de personajes reales, algunos fueron reconocidos por lectores atentos, otros constituyen mi secreto. Sobre todo fue reconocido el personaje del pater Jakobus, que es un homenaje a mi querido Jakob Burckhardt. Me permití incluso poner una frase suya en la boca del pater. El pertenece con su realismo resignado a los antagonistas del espíritu castálico.
 (Carta, 1949/1950)

 Me invita Usted a que imite a Josef Knecht y pase de Castalia al gran mundo. Me quiere cazar con mi propio lazo. Pero olvida por completo que Josef Knecht no sale al mundo a mejorarlo y reformarlo, sino a aprender y a educar, al principio incluso a educar a un solo discípulo, a un discípulo valioso y amenazado. Hace lo que yo he intentado hacer también mientras he podido ejercer mi oficio; pone su talento, su personalidad, su energía, al servicio del individuo —al contrario que su amigo Designori, que como político, se ha dedicado a los programas y a influir sobre las masas y que en esa empresa pierde la confianza de su único hijo.
 (Carta, 1950)

 En Josef Knecht no veo, como Usted sugiere, un hermano de Cristo. En Cristo veo una manifestación de Dios, una teofanía, como las que hubo y sigue habiendo. En Knecht veo más bien a un hermano de los Santos. También de éstos hay muchos, infinitamente más que teofanías, ellos son la élite de las culturas y de la historia universal, y se diferencian de los seres humanos «vulgares» porque no se entregan a lo suprapersonal por una falta de personalidad y originalidad, sino por una sobreabundancia de individualidad.
 (Carta, 1955)


 Un pasaje extenso de una carta que habla de las relaciones políticas que influyeron sobre la concepción del «Glasperlenspiel», se encuentra en el volumen lo, «Politische Betrachtungen» («Reflexiones políticas») páginas 578-580.


Hermann Hesse

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