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20 de enero de 2017

Existencialismo,, Witold Gombrowicz



EXISTENCIALISMO



Domingo, 4 de mayo de 1969



El existencialismo nació directamente del ataque de Kierkegaard contra Hegel.

A decir verdad, no hay sólo una escuela existencialista sino varias; entre otras, las de

Jaspers, Gabriel Marcel (un pobre idiota), Sartre… Pero a decir verdad, el existencialismo

es una actitud que va desde Parménides, Platón, Jesucristo y San Agustín hasta nuestros

días.

Intentaré deciros lo que separa a la filosofía existencial de la filosofía clásica.

En primer lugar, como ya hemos dicho a propósito de Kierkegaard, la oposición entre

lo concreto y lo abstracto.

El asunto resulta extremadamente serio y hasta trágico para la mente, pues razonamos

con conceptos, por tanto, con abstracciones.

Trágico porque el razonamiento puede hacerse tan sólo a través de los conceptos y de

la lógica, y porque las leyes generales no pueden ser formuladas sin conceptos ni lógica.

Por otra parte, los conceptos no existen en la realidad (muy importante).

Pero aún queda una objeción elevada por Kierkegaard contra Hegel: «La verdad

hegeliana está concebida de antemano», la elección entre nuestras concepciones no se

realiza como consecuencia de un razonamiento, sino que son elegidas previamente. El

razonamiento sirve sólo para justificar una elección anterior. (Es imposible luchar contra

lo que el alma ha escogido; Zeromski)*.

Hegel concibió su mundo de antemano, dentro de su razón, etcétera. Por tanto, es

premeditado. Un defecto más del razonamiento abstracto, y es el drama de la mente. A

causa de esto, el razonamiento no es posible.

¿Cómo son posibles, en estas condiciones, un razonamiento existencialista o un

sistema filosófico como el de Heidegger o el de Sartre?

Hay un método que vino en ayuda de los existencialistas: es el método

fenomenológico de Husserl.

Heidegger fue el alumno preferido de Husserl. Husserl no le perdonó nunca que se

aprovechara de la fenomenología para fines completamente diferentes, creando así el

primer sistema existencialista. ¿Por qué el método fenomenológico?

Es una nueva reducción del pensamiento, que ya había sido reducido por Descartes,

Feuerbach y otros.

Esta reducción consiste en lo siguiente. Husserl dice: puesto que no podemos decir

nada del noúmeno (cosa en sí), ponemos entre paréntesis el noúmeno; es decir, que de lo

único que puede hablarse es de los fenómenos.

El noúmeno es, por ejemplo, esta silla tal y como es verdaderamente, y el fenómeno

es la silla tal y como la vemos —o vista por una hormiga—, condicionada por nuestra

posibilidad de ver. Esto no concierne sólo a nuestras facultades físicas de recepción, sino

también a las facultades de la mente, como Kant demostró (a saber, que el tiempo y el

espacio provienen de nosotros y no del objeto en sí).

Husserl dice: puesto que no podemos saber nada del noúmeno, lo pongo entre

paréntesis. De la existencia de Dios, por ejemplo, no sabemos nada.

Y, regresando con ello al famoso cogito ergo sum cartesiano, Husserl pone entre

paréntesis el mundo y todas las ciencias que conciernen al mundo (biología, física,

historia). No quedan más que las ciencias que se refieren a nuestras facultades, como las

matemáticas, la lógica, la geometría, etcétera.

Puso entre paréntesis a Dios y a las ciencias.

Podéis imaginar las extraordinarias consecuencias de ver a través del método

fenomenológico.

Ay, que no sé si Isa existe,* ¡tengo una idea de Isa en mi cabeza!

De igual forma, yo no he nacido nunca. De ningún modo nací en 1904.

Sólo sé que tengo en mi conciencia la idea de mi nacimiento en 1904 y que tengo la

idea de 1904 es decir, de todos los años pasados.

Todo ha cambiado de una manera demoníaca. Esto cambia el universo. No hay otra

cosa más que un centro definitivo, que es la conciencia y lo que pasa en la conciencia. La

conciencia está evidentemente sola. La posibilidad de otras conciencias no existe.

La vida no es más que un dato de la conciencia. De igual forma, la lógica, la historia,

mi porvenir, no son nada más que datos de mi conciencia, a la que ni siquiera puedo

llamar «mi» conciencia, puesto que «Mi» conciencia no es sino un dato de «la» conciencia

definitiva.

Todo queda reducido a fenómenos en mi conciencia. ¿Cómo puede hacerse filosofía

en esta situación?

A esta conciencia definitiva no le queda otro remedio que «juzgarse» a si misma.

Como la conciencia es consciente de algo, pues bien, es consciente de si misma. La

conciencia se separa, por así decirlo, en varias partes que pueden describirse así: primera,

segunda y tercera conciencia. Pero esta segunda conciencia puede ser descrita por una

tercera conciencia y esto es justamente lo que hago al hablar de la tercera conciencia.

Os ruego que no olvidéis que ésta es una manera en extremo rudimentaria de

presentarles la fenomenología.

Queda todavía una ley de la conciencia formulada por Husserl, y que recibe el

nombre de «intencionalidad» de la conciencia, es decir, que la conciencia consiste en ser

consciente. Pero, para ser consciente, hay que ser siempre consciente de alguna cosa. Y

esto significa que la conciencia nunca puede estar vacía, separada del objeto. Esto lleva

directamente a la concepción del hombre de Sartre, quien dice que el hombre no es un ser

en sí, como lo son los objetos, sino que es un ser «para sí», que es consciente de si mismo.

Esto conduce a una concepción del hombre separado en dos, con un vacío. Por esta razón

el libro de Sartre incluye el nombre de la nada. Esta nada es una especie de surtidor, de

Niágara que va siempre de lo interior a lo exterior.

Por ejemplo, soy consciente de este cuadro, mi conciencia no está sólo en mí, está en

el cuadro (objeto de la conciencia). La conciencia está, por así decirlo, fuera de mí.

Cuando leí esto en El ser y la nada, lancé un grito de entusiasmo, puesto que es

justamente la concepción del hombre que crea la forma y que no puede ser auténtica de

verdad.

Por suerte Ferdydurke apareció en 1937 y El ser y la nada en 1943. He aquí por qué

alguno me atribuye en su bondad el haber anticipado el existencialismo. Volvamos a lo

nuestro.

He hablado del método de la fenomenología de Husserl porque éste hizo posible la

filosofía existencial. A decir verdad, el existencialismo no puede dar lugar a ninguna

filosofía.

Yo soy único, concreto, independiente de toda lógica, de todo concepto.

¿Qué hacer en esta situación?

¿Ser crucificado como Jesucristo?

¿Perdido en su dolor?

Vivimos solos, morimos solos.

Impenetrable.

Pero con el método fenomenológico podemos organizar los datos de nuestra

conciencia referidos a nuestra existencia. Y es lo único que nos queda.

Se ha comparado el método de Husserl con la forma de comerse una alcachofa, es

decir: observo en mi conciencia una noción.

Ejemplo: el color amarillo. Intento reducirlo a su estado más puro, como la alcachofa,

hoja tras hoja, y cuando por fin llegamos al corazón, nos lanzamos a él y lo devoramos.

La fenomenología es un descenso hasta la noción más profunda, la última, del

fenómeno, y entonces, cuando está depurado, uno se lanza sobre él y lo engulle mediante

una intuición directa.

Recordad que la intuición es un saber directo, sin razonamiento.

Así el existencialismo es la descripción más profunda y definitiva de nuestros datos

referidos a la existencia.

Sartre tomó prestado mucho de Heidegger. Heidegger es más creador que Sartre, pero

Sartre es más claro.

Sartre se propone esta descripción de la existencia. Todavía tengo que hablar un poco

de una diferencia muy profunda entre el existencialismo y la filosofía precedente.

La filosofía clásica era más bien una filosofía de las cosas, en la que incluso el

hombre era tratado un poco como una cosa, mientras que el existencialismo aspira a una

filosofía del SER.

Cada objeto es a la vez objeto más ser.

Es cierto que esta diferencia ha existido casi siempre en la filosofía, incluso en la de

Hegel, filosofía del devenir.

Pero el existencialismo se ha concentrado en esto y en un solo tipo del SER, que es

precisamente la existencia.

Tres tipos diferentes del SER.

1. El Ser en sí (ser de las cosas).

2. El Ser para sí (ser de la conciencia muerta. Ser independiente de esto).

3. Seres vivos y Seres existentes.

La palabra «existencia» significa sólo existencia humana consciente y solamente en

la medida en que se es consciente de la existencia. Los hombres que viven de forma

inconsciente no tienen existencia.

Los animales no tienen conciencia.

Esta es prácticamente la clasificación de Sartre. Es justo el tema de El ser y la nada.

¿Cómo podemos definir las características del «Ser en sí», es decir, del ser de los

objetos?

1º Hay que decir que sólo existen fenómenos (Husserl). Cualquier cosa se manifiesta

como un fenómeno. No podemos decir, según Sartre, que una persona es inteligente si ésta

se manifiesta solamente a través de actos estúpidos. El hombre no es otra cosa que aquello

que se ve de él.

Fijaos en que cada cosa carece de límite.

Lámpara, etcétera, son definiciones arbitrarias santificadas por nuestro lenguaje.

Podemos ver que el existencialismo pasa al estructuralismo.

El Ser en sí no puede ser ni creado por alguien, ni activo o pasivo (dado que éstas son

ideas humanas).

El Ser en sí es opaco.

Es como es, es todo cuanto puede decirse, es inmóvil; no está sujeto a la creación y a

la temporalidad y no puede ser deducido de ninguna cosa (como creado por Dios).

Ser en sí: un ser del que no puede afirmarse nada, sino que es en si tal como es (un

poco como Dios).

Es curioso, el Ser para sí, la existencia humana, es de alguna manera inferior al Ser

en sí. Tiene en sí el vacío, la nada, está formado, por decirlo de algún modo, de dos partes.

Como si estuviera cortado en dos, y esto es lo que le permite ser consciente de si mismo.

Así pues, es un ser secundario en comparación con el Ser en sí.

Resulta curioso: esta comparación rudimentaria que alcanzo a hacer puede parecer

ingenua. Pues bien, conduce al menos a nociones reales, por ejemplo, que el ser humano

está vacío a causa de la famosa intencionalidad de la conciencia. Mientras que una silla es

una silla, la conciencia nunca es idéntica a si misma, puesto que hace falta ser siempre

consciente de algo. No podemos imaginar la conciencia vacía. El famoso principio de

identidad, A igual a A (silla es silla), no se realiza aquí. El Ser de la conciencia es en este

sentido un ser imperfecto. Pero vayamos más lejos.

El Ser en sí no puede desaparecer. Es independiente del tiempo y del espacio. Es

como es, nada más. Mientras que la existencia, el Ser para sí, es un ser limitado que tiene

un final, que muere. (Así al menos se presenta nuestra existencia ante nuestra conciencia.

La existencia ha de ser sostenida como una llama).

Para Einstein el objeto no es otra cosa que una «curvatura del espacio». La silla

representa una cantidad de energía y esta energía puede transformarse en otro objeto o

seguir siendo energía sin diferencia, mientras que la existencia humana comienza y

termina (nacimiento y muerte).

Pero entonces, ¿qué es el hombre como Ser para sí o existencia?

1º El hombre es una cosa, puesto que tiene un cuerpo, y solamente así, como cuerpo,

puede estar en el mundo. Sartre se lanza aquí a reacciones muy subjetivas: dice que el

hombre como cuerpo está de más. Provoca náuseas; de ahí el título: La náusea.

2° El hombre es una cosa porque es un hecho (facticidad). Por ejemplo: tengo mi

pasado, ya he sido hecho, definido, realizado. Pero cuando me dirijo hacia el porvenir,

salgo del mundo de las cosas para entrar en la realización de mí mismo.

3º El hombre es una cosa por su situación; esto es lo que le priva de su libertad.

He aquí la famosa cuestión de la libertad, que hace que seamos responsables de

nosotros mismos. Por supuesto, tenemos dos sentimientos completamente contrarios. Por

una parte, somos tan sólo el efecto de una causa. Ejemplo: si bebo es porque tengo sed. Si,

según el freudismo, tengo un complejo, es el resultado de un trauma. Por otra parte,

estamos absolutamente seguros de ser libres. Nadie puede quitarme el sentimiento de que

soy yo mismo quien decide si debo mover la mano o no. Pues bien cuando contemplamos

a otras personas, éstas se nos presentan como la consecuencia de una causa.

Para un médico no hay duda de que las enfermedades de su paciente obedecen a

causas. Este sentimiento de libertad, que es tan fuerte en nosotros, no nos concierne más

que a nosotros mismos, mientras que vemos a los demás como mecanismos. De este

modo, el Ser en sí tiene siempre su causa cuando se presenta; no tiene ni comienzo ni fin.

La libertad es únicamente la particularidad del Ser para sí. Es evidente que aquí se

produce una ruptura entre los sentimientos de la causalidad universal y nuestro

sentimiento de libertad, que proviene de la diferencia esencial entre el saber científico y el

saber existencial. Esto es muy importante porque define los límites de la ciencia, que

nunca puede ser el fundamento de la filosofía, porque solamente la conciencia puede ser

consciente de la ciencia, mientras que la ciencia nunca puede fundar la conciencia.

Además, la ciencia ve al hombre desde el exterior, como un objeto entre otros.

Diferencia entre la operación de apéndice desde el punto de vista del médico que

trata al enfermo como un mecanismo, y desde el punto de vista del enfermo. Para el

enfermo esta operación es vivida. Es subjetiva y tiene que ser sufrida por él y nadie más.

Hay otra cosa: en cuanto al pasado, nos sentimos sometidos a la causalidad, mientras que

el porvenir parece depender de nosotros mismos. Por esto decía Heidegger que el tiempo

existencial es el futuro. Cada cosa que el hombre hace puede ser considerada desde el

punto de vista del pasado. Muevo la mano porque tengo ganas de fumar. O del futuro:

muevo la mano para encender la pipa.

Por tanto, puede afirmarse que la libertad es propia solamente de la existencia,

mientras que la causalidad es lo propio del Ser en sí.

El existencialismo no es una ciencia.

En el existencialismo el todo no es un mecanismo, la suma de los elementos significa

siempre alguna cosa más que la suma total. Supongamos que las palabras que forman una

frase no sean solamente una cantidad de palabras, sino también un sentido. Entre la

manera de ver al hombre como objeto, desde el exterior, propia de la medicina, la

psicología, la historia, etcétera, y la del existencialismo, que consiste en sentir, por así

decirlo, desde dentro, en su ser, hay un ABISMO

 Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

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