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31 de diciembre de 2017

Año nuevo, Aldo Luis Novelli

año nuevo

escribir algo inteligente
sobre los buenos deseos
dedicados al prójimo
para el año nuevo/
escribir algo
como si uno fuera un poeta
algo que no esté gastado
por palabras cuasi vacías
algo que no suene kitch
o peor
convenientemente falso.
y claro
la cuestión no es escribir
es sentir la sangre
recorriendo las venas
golpeando en el pecho
y claro esto suena muy kitch
pero aún asi
sin escribirlo
(vaya paradoja esto de la no-escritura)
abrazar a la compañera
al compañero
al que pasa por la vereda
en un abrazo ensangrentado
y no lamentarse
por esas mínimas manchas de sangre
dejadas en la vestimenta
porque hay gente
que está sangrando de verdad
de dolor o injusta hambre
y en su copa no hay sidra
ni agua bendita
hay sangre tibia y doliente.

Aldo Luis Novelli


Por un mundo mejor, no solo posible, sino urgentemente necesario, por todo eso, UN BUEN AÑO PARA LOS AMIGOS Y PARA LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD que resisten la perversión de los días.

30 de diciembre de 2017

Desde lejos, Carlos Bousoño

Desde lejos

Pasa la juventud, pasa la vida,
pasa el amor, la muerte también pasa,
el viento, la amargura que traspasa
la patria densa, inmóvil y dormida.

Dormida, en sueño para siempre, olvida.
Muertos y vivos en la misma masa
duermen común destino y dicha escasa.
Patria, profundidad, piedra perdida.

Piedra perdida, hundida, vivos, muertos.
España entera duerme ya su historia.
Los campos tristes y los cielos yertos.

Sobre el papel escrita está su gloria:
querer edificar en los desiertos;
aspirar a la luz más ilusoria.


Carlos Bousoño

29 de diciembre de 2017

Primera Elegía En La Muerte De Vicente Aleixandre, Carlos Bousoño

 Primera Elegía En La Muerte De Vicente Aleixandre

I

En La Muerte

Lo último que dijo fue esto: «La vida es un dolor»

Ojos que vi
tan llenos de dolor
en el último día, cuando faltaba poco
para morir,
y desde el lecho
él recordaba triste,
lejos, muy lejos, y un poquito borroso,
cuando con sus amigos,
allá en su niñez,
divirtiéndose mucho,
inmortal aún la vida,
iban al huerto, o al pinar, o al alto
palpitar de la luz.
Correr luego escondiéndose
tras unos matorrales,
un momento,
por que no los llamasen
desde la casa aún.
«Un poco más, un poco
más tan sólo.
La última vez, y ya.»
Y cuando le pusieron
una corona como rey del mundo
el día en que cumplía
siete años de rey,
siete de dueño
de todo, el universo: el aire, el mar.

Respiraba. Fatiga
e imposibilidad. La vida, la corona,
cartón pintado, alegre,
luego el amor, la compañía
honda, felicidad. Años sin duda, y todo fue
un instante tan sólo:
amarga pesadumbre
real.
Y ahora las lágrimas
que no lloró jamás vinieron a sus ojos,
resbalaban despacio
por sus mejillas pálidas,
humedecían la piel,
la boca,
y seguían bajando
cuando estaba ya muerto.

Las lágrimas duraban
más que sus ojos tristes,
más
que su propio dolor.

De «Metáfora del desafuero» (1988)


Carlos Bousoño

28 de diciembre de 2017

Celebración de un cumpleaños, Carlos Bousoño

Celebración de un cumpleaños

(Homenaje a Octavio Paz)

Haber estado fuera de ti mismo, un viaje vertiginoso, y después
la quietud, pordiosero
de tu conciencia, eremita
en el yermo de la inacción, creyendo
solamente en el cardo, en la excesiva piedra,
sin pozo donde beber, sin comida, sin pan,
mísero y sin arboladura,

como un barco después de la tempestad,
pero una tempestad no vivida, sin la grandeza de esa experiencia suma,
barco en un mar, monótono y sin fin, monocromo, con agua gris,
o, mejor dicho, sin ella, navegando en el no color
navegando en la no agua, con sequedad en aquella monotonía;

o en medio de las ruinas, tras un terremoto
desolador,
mas en un sitio donde no existieron casas ni se erigieron monumentos,
ni el suelo se resquebrajó, ni hubo grietas;

allí, desterrado, sin el recuerdo de un perdido país,
mudo, sin la noción de un lenguaje ido,
quitado todo brillo, toda persuasión, toda queja,
irremediablemente solo, pero sin soledad,
pues no había tampoco memoria de ninguna anterior compañía;

allí, donde la evocación no puede alcanzar,
ya que para eso fuera precisa la previa enunciación,
allí, allí estuviste, de espaldas a tu propio ser,
sin ver, sin verte,

aunque a veces sucedía lo opuesto y comenzabas a observar con gran nitidez,

quién sabe si por su condición principalmente ósea,

tu rodilla,
que pasaba, en ese trance, a ocupar
la totalidad de la atención y crecía (percibida entonces como de cerca) con ella;

tu enorme rodilla, tu extraordinario pie, tu pie magno,
pisando la estepa con resonancia, con estruendo, como de tambor,
tu pie gigantesco, tu pierna
alevosa, rotunda.
... Tu pierna, sí, que se alargaba, solitaria y autónoma, hasta
donde nadie pudo nunca llegar,

y tras ella, pero sólo después,
tu cuerpo entero de desmesurada materia, de ruido, tu esqueleto sin par,
tu esqueleto terrible, avanzando a grandes zancadas
hacia nadie, hacia nada...

... Y luego, tu meditación solitaria, tras aquel singular engrandecimiento de su óseo objeto inicial,
saltaba, sin contemplaciones, como inesperado tigre en la selva,
hasta el momento inmediatamente posterior al final de tu vida,

y así, no sólo cuanto había de exageradamente grande en la visión anterior comenzaba de pronto, en su tamaño, a disminuir, volviendo poco a poco a su primera configuración natural,

sino que, incluso, en esa vía de pérdida y reducción
de la desproporcionada, contundente, genial osamenta,

cada trozo de tu cuerpo, normalizado ya (al ser visto ahora en su conjunto y sin aquella despreciativa y obsesiva parcelación que agigantaba la porción contemplada)
procedía, con mucha lentitud, eso sí, a ausentarse:

pero ahora la carne y la piel, en un primer instante, aún no desaparecían,
y se respetaba, por supuesto, tal vez, además, a causa de su enorme realidad
(enorme precisamente por impúdica e innombrable),
incluso a tu propio sexo, que acaso manifiestamente erguido aún,
se ofrecía entonces, en el féretro, de un modo sin duda ostentosamente inoportuno,

desafiante, competente,
impenitente, risible

(cómo más de una vez, según dicen, ha ocurrido, en la efectiva realidad,
con grave escándalo y vergüenza de las familias);
y, en fin (¿para qué seguir?), resumamos el asunto diciendo,
de un modo llano y más abarcador,
que todo, pese a las apariencias, se estaba viniendo abajo, bien que, por el contrario,
las uñas seguían, con indiferencia y escepticismo, creciendo,
atentas exclusivamente a su labor, con una extraña avidez hacia más;
y lo mismo los pelos, la barba, sin hacer caso alguno de cuanto
parsimoniosamente se iba.

Pero enseguida, aquello incluso que se hallaba sometido a tan curiosa enajenación
se aniquilaba, y la inercia inmovilizadora llegaba, con puntualidad, a las más renuentes partículas,
esto es, surgía, por fin, en el tramo último del proceso,
el triunfo de la generalización, de la escrupulosa obediencia,
o sea, paradójicamente (y ello con toda precisión, sin excepción alguna ni dejar una mota de polvo en la pulida superficie del mueble), se desencadenaba

el desorden,
el caos de no ser visto, el escándalo de la invisibilidad, de la confusión,
allí, en el revés de la verdad, en el otro lado de la mentira,
en la frontera que no fuera dado trazar,
ese lugar sin localización donde verdad, mentira aparecían
como la misma respuesta a la interrogación que no hiciste,

¡oh pordiosero de tu conciencia, oh escrutador, oh minucioso explorador,

oh celebrador de lo infausto!

Carlos Bousoño
De «El martillo en el yunque» (1996) - II - EL CALLEJÓN SIN SALIDA, 2

27 de diciembre de 2017

Juan de la Cruz en la noche oscura, Carlos Bousoño

Juan de la Cruz en la noche oscura

Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera
ha de ser muy profunda;
y el dolor muy delgado
porque el amor de su esperanza
delgado es, e íntimo.
Y como el alma ha de venir a posesión de dones,
conviene que primero
pobre y vacía de ellos sea.
Pobre, como garganta con sed de muchas aguas,
vacía, como el mundo.

Y como la tiniebla se aposenta en el ojo vacío
del alma vaciada
y en la substancia misma de la duda
terrible del que duda
tiniebla substancial parece y es.
Y como toda tiniebla y toda duda
hace a quien duda de tiniebla y duda,
éste se queda en la tiniebla,
en la tapiada oscuridad,
caído en la trampa, sin salida,
cogido para siempre, temeroso, asustado,
giñapo agazapado en un rincón.
(Así en el fondo del calabozo el prisionero
espera el alzado patíbulo, la horca,
el irrisorio tormento,
o bien, en oscura mazmorra no espera
sino la definitiva soledad
quien ha asaltado el camino,
o violentado a la doncella, o acaso asesinado
a quien la defendió.)

Como con pies atados y amordazada boca
y mano encarcelada y ojo ciego,
violador, asesino, ladrón de camino real,
así está Juan, sin nada o nadie
nunca,
purificado por amor
a nadie,
a nada,
nunca,
crucificado, muerto, tenebroso
y en la tiniebla.
Así.

De «Las monedas contra la losa» (1973)
Carlos Bousoño


26 de diciembre de 2017

Un poema de navidad, Aldo Luis Novelli

Un poema de navidad, Aldo Luis Novelli

quería escribir un poema de navidad
un poema religioso y amoroso
un poema ridículo
de paz y esperanza
un poema lleno de burbujas
y corazones colgantes en pinitos navideños
y salí a la calle
y vi a un hombre y sus dos hijitos
comiendo apurados
restos comestibles podridos
de la bolsa de basura
antes que llegara el camión recolector.


Aldo Luis Novelli

25 de diciembre de 2017

El asesino de Papá Noel de Spencer Holst

 El asesino de Papá Noel de Spencer Holst, El idioma de los gatos (1972)

Hubo una vez una persona que terminó con las guerras para siempre, al asesinar a 42 Papás Noel. Todo empezó unos diez días antes de Navidad, cuando un Papá Noel del Ejército de Salvación fue asesinado en un barrio. Un diario de la mañana traía la noticia, pero al día siguiente otros cinco Papás Noel fueron asesinados y el hecho apareció en la primera plana de todos los diarios del país. Cuatro de ellos fueron asesinados mientras recolectaban fondos para el Ejército de Salvación, y el quinto fue apuñalado en la sección Juguetería de Gimbel‟s. ¡La gente se sintió ultrajada! ¡Cómo se indignaron! Pensaban qué monstruo, qué engendro debía ser ese tipo, quiero decir, arruinarles la Navidad a los chicos asesinando a Papá Noel. No se preocupaban por las vidas verdaderas de los hombres asesinados, tan sólo era el efecto que causaría a los chicos lo que molestaba a todos. De manera que al día siguiente la ciudad estaba llena de policía metropolitana y estadual, agentes del FBI y hasta algunos funcionarios de Inteligencia de la Marina, agentes del Tesoro y funcionarios del Departamento de Justicia, todos los cuales encontraron pretextos para intervenir en el caso: y otros diez Papás Noel fueron muertos y no se atrapó al esquivo asesino. Así que aquella noche todos los Papás Noel que estaban trabajando, convocaron a una reunión secreta para decidir qué hacer. Se daban cuenta de sus responsabilidades para con los chicos pero, por el otro lado, les parecía una especie de locura salir a la calle y ser atacados por este maníaco. De modo que un hombre, que era valiente y no tenía a nadie que dependiera de él, se ofreció para salir al otro día, disfrazado y con una fuerte guardia armada. Pero le cortaron la garganta en su cama, aquella noche. Así que al otro día no había Papás Noel en la ciudad. Y la gente estaba algo así como irritable y nerviosa, y los chicos lloraban, y no parecía Navidad sin los Papás Noel. Pero al día siguiente, una volátil mujercita de Hollywood, una actriz que buscaba publicidad, salió vestida de Mamá Noel. Y la gente y sus chicos se agolparon en torno de ella, ya que era lo más aproximado a Papá Noel que andaba por la calle, y consiguió un montón de publicidad, y no la mataron. De modo que al día siguiente varias otras mujeres prominentes salieron todas vestidas de Mamá Noel, con el pelo empolvado de blanco y polleras coloradas y almohadones en sus vientres y sombreros de Papá Noel, y tampoco a ellas las mataron. Decidieron que a lo mejor el maníaco había dejado de actuar, así que mandaron a la calle a un Papá Noel como globo de ensayo, pero una hora después su cuerpo era conducido en una ambulancia al Bellevue Hospital, con tres balas alojadas en él. Así que la Navidad de ese año transcurrió con Mamás Noel. Y el año siguiente empezó a ocurrir otra vez lo mismo, de modo que de inmediato mandaron a las mujeres otra vez a la calle. Al año siguiente pasó la misma cosa; y el siguiente, y el siguiente: y año tras año, este paciente y esquivo maníaco mataba a cualquier varón vestido de Papá Noel, hasta que finalmente en los diarios, en la publicidad y en las mentes humanas, Papá Noel retrocedió hacia el fondo y Mamá Noel se convirtió en la figura principal. Quiero decir que Papá Noel todavía estaba allí. Hacía los juguetes en el Polo Norte y se ocupaba de los elfos, pero era Mamá Noel la que viajaba en el trinco tirado por los renos y se deslizaba por la chimenea y repartía los regalos y encabezaba el desfile de Navidad cada año.
Y lo divertido era que a las mujeres parecía gustarles realmente ser Mamá Noel. Nadie tuvo que pagarles y se convirtió en una moda tal que las calles, en época de Navidad, estaban colmadas de Mamás Noel. Y a medida que el tiempo pasó, ellas empezaron a hacer pequeñas alteraciones en el traje tradicional, cambiando primero el matiz de rojo, y experimentando después con colores completamente distintos, hasta que al fin cada traje fue único y fantástico, hermosamente coloreado, bellísimo. Se convirtió en un verdadero honor el encabezar el desfile de Navidad. ¡Y a los chicos les encantó! ¡La Navidad nunca había sido así antes, con todas estas Mamás Noel y toda la excitación! Pero estos chicos, esta nueva generación de chicos que creció creyendo en Mamá Noel, eran algo así como distintos. Porque, fíjense, para los chicos muy pequeños Papá Noel es un dios. Y para la época en que dejan de creer en Papá Noel, empiezan a ir a la Escuela Dominical y aprenden acerca de un nuevo Dios. Y este nuevo Dios no les hace regalos. Es un poco rudo. Pero toda la vida anhelan a su antiguo dios de la infancia, a su dios Papá Noel. Observen sus oraciones, lo que dicen: dame lo que deseo. Pero esta nueva generación de chicos que crecieron creyendo en Mamá Noel, parecía tener una actitud distinta hacia las mujeres. Empezaron a elegir mujeres para el Congreso y eligieron a una mujer presidente y mujeres alcaldes, hasta que muy pronto el país entero estuvo gobernado por mujeres. A ellas les preocupaban sobre todo cosas como la comida, y hubo mucha discusión en el Congreso acerca de varios regímenes, y bien pronto hasta los más pobres tuvieron mucho que comer; y estaban interesadas en las casas, y pronto ya no hubo escasez de viviendas. Pero había una cosa que no apoyarían. No pensaban hacerlo. Quiero decir, ¿qué posible razón política haría que estas mujeres mandaran a sus hombres a ser matados? ¡Era ridículo! De modo que con su poder político y su poder financiero y el prestigio de los Estados Unidos, obligaron y animaron a otros países a permitir que mandaran las mujeres. Así la guerra terminó para siempre. Los hombres siguieron haciendo lo que siempre habían hecho. Trabajaban en fábricas, y estudiaban matemática superior, y apostaban a caballos, y repartían el hielo, y discutían de filosofía. Pero estas discusiones sobre filosofía no ocasionaban que la gente se muriera de hambre y se matara entre sí. Y muy pronto, en todo el mundo, nadie estaba hambriento, todos tenían lindas casas, ya no había guerra, la gente empezó a ser feliz. Saben, cuando uno se detiene a pensar en ello, había ocurrido una revolución mundial. Y 42 Papás Noel no es mucha gente muerta para una revolución mundial. Pero el asesino o, en realidad, el santo a quien la humanidad tanto le debía, el que planeó y ejecutó esta revolución casi incruenta, nunca fue atrapado y crucificado. Siguió viviendo. No, nadie descubrió nunca la identidad de este santo: es decir —ah—, salvo yo. Yo sé quién es el santo. Oh, no tengo ninguna prueba, pero es precisamente por eso que estoy tan seguro de que lo sé. Porque hay una sola persona capaz de esto, hay una sola persona con el genio, la osadía, la imaginación, el valor, el amor a la gente, la avidez por la sangre y la paciencia requeridos para llevar a cabo esta, la mayor de todas las acciones. Esa persona es mi hermanita.

Spencer Holst, El idioma de los gatos (1972)

24 de diciembre de 2017

Navidad para todos, Aldo Luis Novelli

Navidad para todos

En esta Navidad hay que estar del lado de los hambrientos, junto a los que tienen sed de justicia.
Basta de bacanales capitalistas.
Ayunemos junto al alma que nos queda.
Hay que convertir las piedras en pan, el agua en vino.
Hagamos un milagro: démosle un pan dulce y una sidra al menesteroso que vive en la esquina, al borracho que pasa arrastrando los pies, al pibe que pide unas monedas en la calle.
Hagamos nosotros los milagros, no esperemos a Dios sentados en la fiesta del cerdo.


Aldo Luis Novelli

23 de diciembre de 2017

(El Poema), Carlos Bousoño

 (El Poema), Carlos Bousoño



A Jorge Guillén

1

Dejad que la palabra haga su presa lóbrega,
se encarnice en la horrenda miseria
primaveral, hoce del destino, cual negra teología
corrupta.
Súbitas, algunas formas mortales,
dentro del soplo de aire
permanente e invicto.
La palabra del hombre, honradamente
pronunciada, es hermosa, aunque oscura,
es clara, aunque aprisione
el terror venidero.
Hagamos entre todos la palabra
grácil y fugitiva que salve el desconsuelo.
... Como burbuja leve la palabra
se alza en la noche, y permanece
cual una estrella fija entre las sombras

2

Y así fue la palabra
ligero soplo de aire
detenido en el viento,
en el espanto,
entre la movediza realidad y el río
de las sombras. Ahí está detenida
la palabra vivaz, salvado este momento
único
entre las dos historias.
... De pronto el caminar fue duradero
y el hombre inmortal fue,
y las bocas que juntas estuvieron
juntas están por siempre.
Y el árbol se detuvo en su verdor
extraño, y la queja
ardió en una zarza
misteriosa.

3

Allí estamos nosotros.
Allí dentro del hálito.
Tú que me lees estás allí
con un libro en la mano.
Y yo también estoy.
Tú de niño, cual hombre, como anciano,
estás allí.
Tu corazon está con su amargura,
ennoblecido y muerto.
Y vivo estás.
Y hermoso estás.
Y lúcido.

4

Todo se mueve alrededor de ti.
Cruje el armario de nogal, salpica
el surtidor del jardín.
Un niño corre tras una mariposa.
Adolescente, das tu primer beso
a una muchacha que huye.
Y huyendo así, huye nada,
quieto en el soplo tenue.

5

Y así fue la palabra entre los hombres
silenciosa, en el ruido
miserable
y la pena,
arca donde está el viento detenido
y suelto,
acorde suspendido y desatado,
leve son que se escucha
como más que silencio, en el reposo
de la luz, de la sombra.
Así fue la palabra,
así fue y así sea
donde el hombre respira,
porque respire el hombre.


De «Oda en la ceniza» (1967)
Carlos Bousoño
 Carlos Bousoño
Biografía

Nació en Boal, Asturias, en 1923. A los dos años sus padres se trasladaron a Oviedo, donde transcurrieron su niñez y adolescencia. Estudió los dos primeros años de la carrera de Filosofía y Letras en Oviedo y se trasladó a Madrid a los diecinueve años. Se licenció en la Universidad Central [hoy Complutense] con Premio Extraordianario en 1946. Se doctoró en Filosofía y Letras en 1949 en esa misma universidad, con una tesis doctoral (la primera sobre un escritor vivo en España) sobre la poesía de Vicente Aleixandre, poeta de la Generación del 27, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1977. Su tesis fue publicada con gran éxito (La poesía de Vicente Aleixandre, 1950) y sigue considerándose el mejor y más profundo estudio sobre la poesía de este autor.
Fue profesor de Literatura española en varias universidades norteamericanas [Wellesley, Smith, Vanderbilt, Middlebury, New York University, entre otras], y profesor de Estilística en la Universidad Complutense de Madrid, de la cual es hoy Profesor Emérito. Es miembro de Número de la Real Academia Española desde 1980 y doctor honoris causa por la Universidad de Turín [Italia].
En 1995 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es «Honorary Fellow de la Hispanic Society of America». Fue votado durante muchos años el mejor profesor de la Universidad Complutense. Ha sido un deslumbrante conferenciante. Sus clases en la Universidad Complutense fueron siempre lecciones magistrales que Bousoño decía sin mirar ni un solo apunte. Su fama como profesor llevó a sus aulas a los más destacados poetas y escritores que estudiaron en la Universidad Complutense, entre los que cabe destacar a Claudio Rodríguez, Mario Vargas Llosa, Francisco Brines y José Olivio Jiménez, entre otros.

22 de diciembre de 2017

Camino, Carlos Bousoño



Camino

Confusa la historia
y clara la pena.
ANTONIO MACHADO

Aquí estás, camino de siempre,
hacia adelante, rota
la aspiración rosada, luna
que empalidece toda cosa.

Aquí estás y debes andar,
caminar como el agua absorta
por el torcido cauce, altos
los muros rojos, y a deshora.

Como el agua inmóvil transcurres
hacia un lejos, playa remota,
ya confusas historia y pena,
lejana la pena, la historia...

Carlos Bousoño

De « Invasión de la realidad » (1962)

21 de diciembre de 2017

España en el sueño, Carlos Bousoño

España en el sueño

A Carmen Braga

Desde aquí yo contemplo, tendido, sin memoria
el campo. Piedra y campo, y cielo, y lejanía.
Mis ojos miran montes donde sembró la historia
el dulce sueño amargo que sueñan todavía.

Pero el amor fundido en piedra, día a día;
pero el amor mezclado con monte, o con escoria,
es duradero y te amo, oh patria, oh serranía
crespa, que te levantas, bajo el cielo, ilusoria.

Campos que yo conozco, cielos donde he existido;
piedras donde he amasado mi corazón pequeño;
bosques donde he cantado; sueños que he padecido.

Os amo, os amo, campos, montañas, terco empeño
de mi vivir, sabiendo que es vano mi latido
de amor. Mas te amo, patria, vapor, fantasma, sueño.



Carlos Bousoño De «Noche del sentido» (1957)

20 de diciembre de 2017

Algo en mi sangre espera todavía, Carlos Bousoño

Algo en mi sangre espera todavía


Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.


Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.


Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.


Carlos Bousoño

De «Primavera de la muerte» (1946)

19 de diciembre de 2017

Letanía del ciego, Carlos Bousoño

Carlos Bousoño
Biografía

Nació en Boal, Asturias, en 1923. A los dos años sus padres se trasladaron a Oviedo, donde transcurrieron su niñez y adolescencia. Estudió los dos primeros años de la carrera de Filosofía y Letras en Oviedo y se trasladó a Madrid a los diecinueve años. Se licenció en la Universidad Central [hoy Complutense] con Premio Extraordianario en 1946. Se doctoró en Filosofía y Letras en 1949 en esa misma universidad, con una tesis doctoral (la primera sobre un escritor vivo en España) sobre la poesía de Vicente Aleixandre, poeta de la Generación del 27, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1977. Su tesis fue publicada con gran éxito (La poesía de Vicente Aleixandre, 1950) y sigue considerándose el mejor y más profundo estudio sobre la poesía de este autor.
Fue profesor de Literatura española en varias universidades norteamericanas [Wellesley, Smith, Vanderbilt, Middlebury, New York University, entre otras], y profesor de Estilística en la Universidad Complutense de Madrid, de la cual es hoy Profesor Emérito. Es miembro de Número de la Real Academia Española desde 1980 y doctor honoris causa por la Universidad de Turín [Italia].
En 1995 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es «Honorary Fellow de la Hispanic Society of America». Fue votado durante muchos años el mejor profesor de la Universidad Complutense. Ha sido un deslumbrante conferenciante. Sus clases en la Universidad Complutense fueron siempre lecciones magistrales que Bousoño decía sin mirar ni un solo apunte. Su fama como profesor llevó a sus aulas a los más destacados poetas y escritores que estudiaron en la Universidad Complutense, entre los que cabe destacar a Claudio Rodríguez, Mario Vargas Llosa, Francisco Brines y José Olivio Jiménez, entre otros.
 Letanía del ciego



Soy como un ciego
RUBÉN DARÍO



Y tú que tanto amas, tanto ríes,
tanto adivinas y conoces tanto,
¿dónde el escudo para que te fíes,
dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?

¿Dónde el camino que no veo ahora?
Dímelo o llora y el mirar suprime.
¿Es ya la noche que no tiene aurora?
Dímelo, dime.


Y sin embargo tu vivir empaña
mi vivir con un vaho que es ternura,
que es caliente rumor que me acompaña
la noche oscura.


Y sin embargo con tu mano guías
y a tientas toco lo que apenas veo
y digo acaso para que sonrías

lo que no creo.


Y toco apenas y tu bulto aprendo
y torpe sigo lo que tú me indicas.
Lo que no miro, lo que no comprendo,
tú multiplicas.

Tú multiplicas, o quizás es tu invento
porque lo vea aunque quizá no exista.
Entre la noche de mi pensamiento
dulce es tu vista.


Dulce es tu vista, tu mirar risueño
que mira un llano donde estaba un monte
y que a mi alma de temblor pequeño
llamó horizonte.

Dulce es tu vista que miró aquel lago
y lo llamaba alegre mar bravío.
Tu generoso corazón es mago.
¡Lo fuese el mío!



Carlos Bousoño
De «Noche del sentido» (1957)

18 de diciembre de 2017

La poesía, Octavio Paz



LA POESÍA



A Luis Cernuda

¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?
Llegas, silenciosa, secreta, armada,
tal los guerreros a una ciudad dormida;
quemas mi lengua con tus labios, pulpo,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia sin fin
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.


El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.


Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas
con un secreto fuego indestructible.


Pero insistes, lágrima escarnecida,
y alzas en mí tu imperio desolado.


Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa sustancia,
avidez subterránea, delirante.


Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente
y haces proféticos mis ojos.
Percibo el mundo y te toco,
sustancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.


Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.


Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
sustancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.
Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.

Octavio Paz

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